H3: PARTE 4 (SPANISH)

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El avión se desplazaba con rapidez sobre las nubes blancas.

La mayoría de los pasajeros estaban disfrutando del viaje, especialmente por el trato tan amable de las azafatas y, por qué no decirlo, por el hecho de que no estaba habiendo ningún tipo de contratiempo.

Y es que sin duda, estaba siendo un viaje verdaderamente agradable.

Sin embargo, dos personas, no mostraban signos de felicidad sino que, con expresiones graves, no paraban de mirar las manecillas del reloj.

"Pareciera que van para atrás...", se dijo la Señora Sangpotirat mientras fruncía el ceño.

A su lado, su marido bebía de un vaso mientras intentaba, nuevamente, ponerse en contacto con Singto.

- "No contesta" - musitó con un gruñido - "¿Por qué no contesta?"

- "Debe estar en el hospital, cielo" - le dijo su mujer mientras ponía una mano sobre el aparatito, evitando que su marido siguiera aporreando las gastadas teclas - "ya sabes que en la zona en la que se encuentra Krist no hay cobertura".

El Señor Sangpotirat suspiró.

"Al menos no está solo...", pensó mientras maldecía una vez más ese viaje de negocios que les había llevado - a él y a su mujer - al otro lado del mundo.

- "Singto está con él... y si hubiera pasado algo ya nos habría llamado..." - musitó la mujer para tranquilizar a su marido.

El hombre asintió.

- "Si... Krist tiene suerte de tener a alguien como Singto a su lado"

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MIENTRAS TANTO, EN EL HOSPITAL....

Los médicos salieron del cuarto con expresiones preocupadas.

Singto, que había estado aguardando en una de las sillas desde hacía ya varias horas, sólo pudo levantarse con expresión aterrada.

"No, por favor", se dijo tras observar las miradas de los médicos.

- "El joven está entrando en coma" - dijo finalmente uno de ellos - "¿sus padres aún no han llegado?"

Singto bajó la mirada hacia el suelo de mármol de la planta hospitalaria.

- "Sus padres no llegan hasta dentro de un par de horas" - musitó con un hilo de voz. Sin embargo, unos minutos después, levantó la mirada hacia los doctores - "¿podría recuperarse?"

Los médicos se miraron.

Singto, que había reparado en las miradas que los médicos estaban intercambiando, tragó saliva con dificultad.

"Por favor..."

Unos segundos más tarde, el mismo médico que había hablado anteriormente, se volvió hacia el joven mientras dejaba escapar un leve suspiro.

- "Hay pocas posibilidades... y si no sale del estado en el que se encuentra en las próximas 24 horas... me temo que no quedará ninguna"

Singto, sintiendo que sus piernas volvían a fallarle, dio unos pasos hacia la silla más cercana y se dejó caer en ella.

- " Por favor, en cuanto lleguen sus padres avísenos... necesitamos hablar con ellos".

Tras lo cual se marcharon dejando a un muchacho completamente destrozado.

- "No puede ser..." - musitó Singto mientras sentía cómo su mundo se desmoronaba - "No...no puede ser..."

El joven miró hacia la pared blanca que tenía frente a él, con los ojos fijos en los viejos carteles parcialmente rasgados, sin realmente verlos.

Su mente estaba en blanco, sin poder reaccionar ante lo que los médicos acababan de decirle.

- "Krist..." - murmuró mientras dos gruesas lágrimas - las primeras de muchas - comenzaban a deslizarse por su mejillas.



MEDIA HORA MÁS TARDE...

Singto entró en la habitación mientras intentaba secarse las lágrimas con un pañuelo que una de las enfermeras muy amablemente le había dado.

Singto entró en la habitación mientras intentaba secarse las lágrimas con un pañuelo que una de las enfermeras muy amablemente le había dado

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Y es que lo último que quería era que Krist lo viera en ese estado.

"Si despierta debe verme con una gran sonrisa", pensó para, inmediatamente, negar con la cabeza, "no... no si despierta... cuando despierte debe verme con una gran sonrisa".

El joven se acercó a la cama y, una vez más, se sentó en el asiento vacío que había al lado mientras tomaba la mano del joven entre las suyas.

- "Krist... por favor, no puedes dejarme. Lucha... despierta...te necesito conmigo" - murmuró Singto con un hilo de voz mientras se llevaba la mano hacia una de sus mejillas.

Las lágrimas comenzaron a caer sobre la mano de Krist.

En ese momento, y sin que Singto lo notara, uno de los dedos de la mano libre del joven se movió imperceptiblemente para, casi al instante, volver a quedarse completamente inerte.

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