A book of different peraya stories :
H1: Beauty and the sleeping prince (COMPLETE)
H2: The Lion Prince and the Pauper (COMPLETE)
H3: Thinking about you (COMPLETE)
H4: Unforeseen wedding (COMPLETE)
H5: Timeless Love (COMPLETE)
H6: Three loves (COMPL...
El corazón del joven latía con rapidez mientras intentaba, una y otra vez, encaramarse a la rama de la que estaba colgado. Sin embargo, no sólo no lo lograba sino que Krist notaba cómo sus manos comenzaban a escurrirse.
El muchacho cerró los ojos, deseando que algo o alguien le salvara de una muerte segura. Sin embargo, y a pesar de todo, sabía que tenía pocas posibilidades de lograr sobrevivir pues, si no lo mataba la caía, el golpe de seguro atraería al cazador y éste le remataría sin piedad.
Por qué, se dijo Krist, por qué me está pasando esto. No lo comprendo...
Finalmente, tras unos angustiosos minutos, comenzó a sentir que sus dedos comenzaban a perder su agarre. Su muerte se acercaba.
Sin embargo, en el último minuto, el muchacho pudo notar cómo unas manos se afianzaron en sus brazos, tirando sin contemplaciones y aprisionándolo en el abrazo de alguien que, sin saber cómo, había logrado subir sin que el joven se diera cuenta.
Krist abrió los ojos, completamente sorprendido.
Ante él se encontró con unos ojos color miel que lo miraban con expresión bondadosa desde un rostro hermoso que, sin duda, pertenecían al joven sirviente que, cada mañana, recogía la cesta con los panecillos mientras le obsequiaba con una rosa y, especialmente, con una enorme sonrisa que hacía que sus piernas no dejaran de temblar durante el resto del día.
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Singto sonrió mientras observaba el rostro enrojecido del muchacho que tenía aprisionado entre sus brazos. El joven príncipe, junto con Bas, Kimmon y algunos integrantes de su guardia personal, se habían adentrado en el bosque tras notar que, a diferencia de los días anteriores, la Reina no había intentado salir de palacio sino que, tras tener una reunión privada con el cazador el día anterior, había optado por estar siempre en presencia de su marido o de alguna de sus hijas.
Bas, que había presentido que algo iba a ocurrir, había ordenado a Kimmon que siguiera al Cazador y cuando éste había observado al hombre salir esa mañana de su casa para encaminarse hacia el lindero del bosque, había corrido a buscar a los jóvenes príncipes para informarles de lo que estaba ocurriendo.
Sin perder tiempo Kong había tomado el control y salido en persecución del hombre. Y es que jamás le permitiría tocar uno sólo de los cabellos del muchacho que, cada mañana, iba a palacio para llevarles algo de pan. Antes tendrían que pasar por encima suyo.
Mientras, en el comedor de palacio, la reina desayunaba con sus hijas y en presencia de su marido. Éste, con el ceño fruncido al observar las sillas vacías de los dos príncipes, aguardaba a que su ayuda de cámara volviera y le contara dónde estaban esos dos jóvenes. Y es que ya se imaginaba en el lío que podrían estar metiéndose, sobre todo si Kimmon les ayudaba.
Sólo de pensarlo comenzaba a sentir dolor de cabeza...
Su mujer, en cambio, aguardaba expectante a que el Cazador se reportara con las buenas noticias. Porque estaba segura de que serían buenas, sobre todo tras haberle prometido al tonto joven que le permitiría casarse con su hija mayor.
¡Ja! El pobre idiota ni siquiera se imaginaba que ya había ideado algo para él. Un pequeño regalito que, ya listo, aguardaba sobre la mesa de su salita privada a ser entregado.
La reina, sin duda, no podía siquiera imaginar que mientras ella ideaba cómo hacer entrega al Cazador de su regalo envenenado, los guardias de palacio traían por el camino principal y bien atado al hombre del que pensaba liberarse. Y, detrás de la comitiva, siguiéndolos a pocos metros y hablando entre ellos, cuatro jóvenes que acaparaban las miradas de todos los viandantes.