H2: PARTE 1 (SPANISH)

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Kongpob abrió la puerta de su oficina privada y, tras dejar su chaqueta sobre el perchero situado a su derecha, se dirigió hacia la mesa que ocupaba la mayor parte de la amplia sala.

Sus pisadas, amortiguadas a causa de la pesada moqueta que cubría la totalidad del suelo, apenas si producían sonido alguno.

Sin embargo los pensamientos del joven estaban muy lejos de la alfombra, de sus pisadas e incluso de la montaña de papeles que tenía encima de la mesa y que requerían ser revisados para ese mismo día.

No, su mente estaba fija en la joven a la que había dejado en la cafetería.

Y que, con toda seguridad, le iba a generar una nueva discusión con su querida madre.

"Si tan sólo mi padre fuera menos complaciente", se dijo Kongpob mientras pasaba una mano por sus húmedos cabellos.

- " Te he dejado los mensajes sobre la mesa" – dijo una muchacha vestida con un traje de chaqueta y zapatos de tacón de aguja mientras entraba por la puerta sin siquiera llamar, lo que hizo que el joven se volviera hacia ella con el ceño fruncido y una leve mirada de reproche – " por cierto, padre te está llamando por la línea uno".

Kongpob asintió y con expresión cansada, miró hacia el teléfono que tenía sobre la mesa. Una lucecita intermitente le indicaba que tenía una llamada en espera.

 Una lucecita intermitente le indicaba que tenía una llamada en espera

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El joven miró seguidamente y de reojo la pila de papeles sin revisar.

"Será mejor que salga de esto cuando antes...", se dijo mientras hacía señas a su hermana para que se sentara en uno de los asientos vacíos y esperara.

La muchacha, colocándose en su lugar uno de los tirabuzones que se habían escapado del recogido que llevaba, se sentó en una de las sillas frente a la mesa y comenzó a ojear uno de los informes.

Un albarán de alquiler de uno de los últimos locales que aún estaban vacíos.

- "Interesante..."- murmuró la muchacha mientras leía los detalles del contrato. Una leve sonrisa asomó a su rostro tras estudiar los beneficios expuestos en el informe y que, según los expertos, les iba a aportar esa transacción.

Kongpob observó a su hermana mientras pensaba en lo diferente que hubiera sido todo si ella hubiera podido tomar las riendas de la compañía. La joven, sin duda, tenía muy buena mano para los negocios. Desgraciadamente las reglas establecidas por su bisabuelo lo impedían.

"La presidencia sólo puede ser ocupada por un varón", había establecido éste en su testamento y, por tanto, toda la responsabilidad había recaído sobre el único nieto que había en la familia. El único varón, fruto de la boda de su hijo con una joven de buena familia y, sobre todo, con una reputación intachable.

Sin embargo, esa limitación establecida por su abuelo no había desalentado a su hermana.

Al contrario.

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