17.

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· Narra Raoul ·

A lo mejor no tendría que recordarlo. Pero me viene a la mente la primera cita que tuve con Cristina. No puedo evitarlo, he pasado muchos buenos momentos con ella, y además nuestra primera "cita", por así llamarlo, fue en  una playa.
Recuerdo que me escapé del trabajo por acompañarla a la playa y que ella no quería meterse al agua. Fui yo quien la cogió en brazos para correr hacía el mar y zambullirnos a los dos sin pensarlo.
Sonrío cuando recuerdo el beso que nos dimos, rodeados de olas, siento en mis labios el sabor a mar, y como escuchábamos la música lejana de algún chiringuito. Siento la felicidad y el amor que sentía en aquel momento, y que tiempo después fue desapareciendo.
La verdad es que fue una buena época. Hasta que la deje embarazada y empezó a odiarme. Ella decía que no, pero me iba cogiendo manía, cada día un poco más, lo sé porque yo también lo hacía.

- Raoul... Estás temblando, coge tu toda la toalla, yo ya estoy casi seco.

Me incorporo en la arena, y alejo esos momentos para centrarme en el que estoy viviendo ahora, que podría ser uno de los mejores de este último año.

Agoney me envuelve con la toalla para después estirarse de cara al cielo. Sonrío al verle, aún un poco mojado, cerrando los ojos debido a la luz, y como ésta hace sombras sobre su cara, dándole un aspecto más duro a su expresión. Aun así, tiene una  sonrisa en su rostro.

Pablo tampoco tiene su toalla puesta, está tirada cerca de la bolsa, llena de arena. Está rebuscando en su mochila para, supongo, sacar algún juguete y enseñárselo al canario.

Vuelvo la vista a Agoney, cuando le di el pequeño masaje, al cual no opuso resistencia y yo me deje llevar, me pareció ver algunas marcas en su espalda. Pero no sé de qué son. Y ahora que me fijo, también las tiene por la barriga, pero no parecen nada grave, espero. Podría preguntarle... Pero me da un poco de vergüenza... Aunque...somos amigos...y... Buah, que más da, solo espero no cagarla.

- Oye Agoney...- Abre los ojos y se pone la mano en la frente para hacerse sombra. Sus ojos parecen incluso más oscuros y su pelo mojado y rizado le hacen más atractivo. Pero mejor no voy a pensar en eso, porque me distraigo.- Esas marcas... Digo... Te pasa algo malo o...

Le noto un poco incómodo, y me insultó a mí mismo por haber abierto la boca. Si es que...

- ¡Papa! ¡Es Nerea!

Aparto la vista del canario, quién se ha incorporado y ahora se apoya en sus manos. Doy gracias a Pablo por haber interrumpido, porque ahora mismo no quiero saber la respuesta, odio no ver esa sonrisa en su cara todo el tiempo.

- Vaya, es verdad, ¿porque no vas con ella a jugar?

- Es que... Hay otra niña... ¿Y si no me dejan jugar con ellas?

Suspiro sin saber que decir, pero no hace falta, porque es Agoney quién me echa una mano, como lleva haciendo desde que le conocí.

- Pablo, tu eres un chico simpático y muy bueno, si ellas no quieren jugar contigo, el problema es suyo. Además, tu poder de convicción puede hacer que toda la playa juegue contigo.- Agoney le sonríe y le acerca la mochila.- Ahora coge tu mochila y tira a jugar.

Miro a Agoney con una sonrisa, que bien habla el mamón. Es que se porta tan bien con Pablo... Y él le quiere tanto... No sé. Me encanta verles juntos...

- Sabes, a mí de pequeño me dejaban de lado, y siempre creí que era mi culpa.- Agoney ha vuelto a estirarse y a cerrar los ojos. Sus brazos hacen de apoyo para su cabeza y habla con su habitual tono bajo.

Yo me acomodo para sentarme más cerca, y poder seguir apreciando su rostro, aprovechando que no puede ver cómo le miro. Me encanta observar los detalles de su cara, bueno, no solo de la suya, en general quiero decir. De todos.

PABLITO • Ragoney •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora