48.

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· Narra Agoney ·

Noto haber dormido a ratos. Cuando conseguía dormirme, cualquier ruido, movimiento o, tan solo mi cabeza, me despertaba. 

Esta última vez, creo que he estado más de una hora con los ojos cerrados, y ya es algo, pero ya no tengo a Raoul para abrazarme a él y que la sensación de vacío de mi pecho se vaya.

Suspiro y desisto de intentar dormirme otra vez, pues aunque las cortinas estén cerradas, la luz del sol se deja ver en todo su esplendor.

El tiempo no acompaña a mi ánimo, y solo  hace que deprimirme más por no poder disfrutarlo como debe. Llevo una mano a mi estómago y doy un suspiro. Odio sentirme así.

Me estiro a lo largo de la cama, destapandome del todo y me fijo en mi piel descubierta. Las manchas no se han ido, y ya llevo bastantes días con ellas, poniendo crema y demás. Otro día, tal vez, me hubiera dado igual y habría pasado de ellas. Pero hoy... hoy me afecta todo y no se porque. Me entran ganas de llorar solo de pensarlo, y cierro los ojos tragando saliva.

Me incorporo y busco la camiseta por algún lado, pero me da tanta pereza levantarme de la cama, y poner los pies en el suelo, que ignoro el pinchazo en el pecho que eso me causa y me dejo caer otra vez en la cama.

Necesito un abrazo. Un abrazo de mi hermana, o de Raoul... o de mi madre.

A punto estoy de abrazarme a la almohada y llorar a gusto, pero escucho la puerta abrirse, y un cuerpecito entrar por ella para luego cerrarla. 

Me obligo a tragar las lágrimas, y poner una cara neutra para cuando le veo acercarse.

Un adormilado Pablo, con su camiseta del rayo Mcqueen roja, se asoma por un lado de la cama.

- ¿Puedo subir?

- Claro mi niño. - Me acerco a él y le ayudo a subir, viendo como se agarra fuerte a las sabanas para darse impulso. Cuando esta arriba, se tira sobre mi pecho y cierra los ojitos.- ¿Te acabas de levantar chiquitín?

Acaricio su pelo y le veo acomodarse mejor, con medio cuerpo sobre la cama, y medio sobre mi pecho. Con una de sus manitas, coge la mía y se la lleva cerca de su mejilla.

- Si...- Murmura bajito, a punto de quedarse dormido otra vez. Sonrío y sigo mi masaje capilar, paso los dedos entre sus mechones, y los miro con cariño. Rubio, igual que su padre, pero más clarito, y más salvaje.

Cierro los ojos yo también, y me dejo llevar por su respiración acompasada y sus deditos sobre mi mano.

Minutos después, decide que ya ha remoloneado bastante y se incorpora. Se queda sentado a mi lado, como un indio, y me sonríe encogiéndose de hombros.

- Bon dia.

-Buenos días.- Me incorporo para dejarle un besito en su mejilla, y me apoyo en el cabecero de la cama. Le veo jugar con sus pies y levantar la cabeza para mirarme.

- ¿Y el papa?- Me mira confuso, acercándose a mi hasta ponerse otra vez sobre mi pecho. Al parecer le gusta, porque se mantiene ahí, abrazandome.

Y bueno, a mi también me gusta, me hace sentir bien, como si me necesitara, como si se sintiera seguro agarrado a mi. 

Joder, no superaré nunca que me llamara papá.

- Estará por el salón, o en la cocina... no lo sé.

En realidad creo que le sentí despertarse hace rato y susurrarme algo, pero como no he dormido mucho, no quise despertarme una vez había cogido el sueño.

- ¿Tu te levantas?- Levanta la vista hacía mi, y yo le sonrío pasando mis dedos por su barriga y conseguir una carcajada.

- Yo creo que me voy a quedar un ratito más aquí...- No me apetece nada levantarme, sinceramente, no tengo ganas de nada.

PABLITO • Ragoney •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora