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Narra Agoney

Me apoyo en la puerta cuando Raoul se va y suspiro.

Vaya día.

Vaya noche.

No puedo creer que todo haya cambiado tan rápido, es decir, pasé de tener un ataque de ansiedad a besarme con Raoul en su sofá.

Y creo que Raoul me hace bien, no dependo de él, pero me hace bien.

Hace que tenga la cabeza despejada, y así controle mejor mis emociones.

Hace que me olvide de todo, y tenga otra visión de mi vida.

Antes mis problemas ocupaban el 90% de mi cabeza, los tenía como prioridad, y ahora solo ocupan un 15%

El otro 75% lo ocupan Raoul, Pablo, y a partir de esta noche, Álvaro.

Nunca me había sentido parte de mi familia, mis padres se divorciaron cuando era muy pequeño y siempre he sentido que estábamos incompletos.

Ahora entiendo que no era verdad. Ver a Raoul como padre soltero me ha demostrado todo el cariño que le puedes dar a un hijo tu solo.

Y mi madre lo hizo.

Y Glenda también.

Por eso antes de irme a dormir le envío un mensaje a mi hermana contándole mis planes para el fin de semana y diciéndole que ya estoy mucho mejor, más animado.

Espero que me dure.





Dos días después estamos metiendo las maletas en el coche de Álvaro, que es el más grande, y hablando de lo primero que haremos al llegar.

- Pero es que va a ser mejor montarse primero y luego comer, si no vomitaré.

- Bueno, ya veremos cuando lleguemos, pero yo tendré hambre.

Los hermanos siguen discutiendo ya dentro del coche, y Pablo y yo nos miramos divertidos. Ambos vamos en la parte de atrás, ya que dejé a Raoul it delante con su "tete". Me sigue pareciendo súper tierno ese apelativo.

- Y yo, pero puedo aguantar.

- ¡Papá! Pon canciones y calla.

- Eh, no, no, no, no, no.- Álvaro aparta la mano de Raoul de la pantalla y selecciona otro álbum distinto  uno en el que no pone "Canciones de M de Pablo". Espero no estar en lo cierto con el significado de esa M.

- ¿Por que tienes que elegir tu?

- Porque yo os llevo, vais gracias a mi, y porque soy el mayor.- Saca la lengua y arranca el coche.


Unos veinte minutos después, y ya cansado de mirar por la ventana, observo a Pablo. Tiene un pequeño peluche entre sus manos y parece estar absorto en el paisaje, aunque con mala cara. En realidad, está un poco raro, pues suele hablar bastante, y ha estado callado todo el camino que llevamos.

- Pablito... ¿Amiguito estás bien?

Raoul se gira al oírme hablar con Pablo.

- Es que... Me duele.- Se señala el estómago y yo hago una mueca. Puede que se esté mareando un poco.

- ¿Tienes ganas de vomitar mi niño?

Raoul parece buscar algo en su mochila y yo me desabrocho un momento el cinturón para sentarme a su lado, abrochándomelo otra vez.

Cuando Pablo asiente, parece tragar saliva, lo que me hace reaccionar y coger la bolsa que Raoul acaba de sacar e iba a darme. Se la coloco debajo de la boca justo cuando vomita.

PABLITO • Ragoney •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora