EXTRA: Adeje

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Antes de Naira

• Narra Agoney •

Glenda y Raoul se han hecho muy amigos, tanto, que ahora parece que se echen miraditas que solo entienden ellos, y se ríen, mientras yo me enfado porque no es justo que me dejen de lado.

- Oh, venga Ago, tu haces lo mismo con Álvaro. - Raoul ríe, relajado y bonito. Y yo quiero seguir enfurruñado pero es inevitable no sonreír con este niño, porque hasta sus ojos demuestran lo alegre que está. Es más de lo que nunca podría esperar. - Amo esa sonrisita.

Me hace cosquillas, y le aparto rápido, riendo. Aunque después vuelvo a acercarme para besarle.

- Tonto. - En su boca, bajito, y me gano otro beso.

- ¿Entonces puedo llevármelo, o no? - Con el embarazo, Glenda está más impaciente, ruedo los ojos y asiento.

- Te lo dejo, pero si ves gente guapa ves por otros lados. Que los canarios somos irresistibles.

- Yo ya conseguí a mi canario no quiero más, ya tengo suficiente. - Me saca la lengua. - Vamos Glen, que quiero comprarle algo a esa niña.

- ¡Pues que sepas que Pablito y yo lo vamos a pasar en grande! - Le digo antes de que salgan por la puerta.

Pablo, habiéndolo escuchado, aparta la vista de la tele, donde había estado inmerso, y me mira con ojos curiosos. Igual que su padre, tiene los ojos más expresivos y luminosos del mundo. 

- ¿Qué vamos a hacer? - Le doy una sonrisa mientras pienso.

No puede ser difícil, algo habrá por aquí, algo a lo que jugaramos Glenda y yo de pequeños...

¡Y si! Claro, lo tengo.

- ¿Te apetece que le hagamos un regalo al papa y a Glenda?

- Y al Óscar. - Asiento, sintiéndome un poco mal por no haberlo pensado. - Y al abuelo, y para llevarle al Álvaro y para los otros abuelos...

Le freno porque al final no podremos hacer nada.

- Bueno, de momento hacemos una cada uno y ya vemos.

- ¿De que? - Frunce el ceño y se acerca más a mi.

- Pulseras.

Abre grande los ojos, emocionado.

- ¡Ala, si!

Me levanto y voy a la habitación de Glenda, aún sigue teniendo aquel maletín rosa chillón con un montón de cuentas, hilos y adornitos que mamá le compró por su séptimo cumpleaños.

Recuerdo un día que hice enfadar a mamá, y Glenda me dijo que si le hacía una pulsera me perdonaría. Y tuvo razón, mamá  llevó esa pulsera hasta que la pobre se rompió.

- Aquí estoy. - Vuelvo al salón y le muestro el maletín, para después sentarme con él en el suelo del salón.

Mi padre está trabajando, así que estamos realmente solitos, cosa que no me molesta en absoluto e incluso pongo la radio en la tele para tener música de fondo. 

- Cuántas cosas... Pero yo no sé hacer esto.-  Pablito me mira preocupado, pero yo solo sonrío para tranquilizarle.

- Yo te enseño. - Cojo uno de los hilos, y corto la medida de su muñeca. - Saldrá una pulserita chiquitita para ti, y la hacemos de prueba entre los dos.

- Vale.

Le hago un nudo en uno de los extremos, y le pido que me dé una de las cuentas, la que más le guste.

PABLITO • Ragoney •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora