59.

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Narra Agoney

No tendría que sentirme traicionado, sabía que Glenda haría algo parecido, y supongo que si cree que es lo mejor, tengo que confiar en ella.

Pero es que ver a mi padre nada más bajar del avión fue duro. Imaginé a mí madre a su lado, abrazada a su cintura como cuando venia de las colonias que hacía con el cole y puede que influyera en que se me hiciera un nudo en la garganta. Me esperaba que me sonriera, que abriera sus brazos y que me envolviera en ellos haciéndome sentir seguro de nuevo. Pero la incomodidad estaba ahí, y desde que mamá murió papá no ha sido el mejor, ya no lo era antes, tenía sus momentos, sobre todo cuando me hacía sentir débil y le echaba la culpa a mí sexualidad. Supongo que era difícil para él, pero ahora lo es para mí.

Me acerqué a él acompañado de Glenda, cogí su mano para enfundarme seguridad, y fingí una pequeña sonrisa. El juguete de Pablito quemaba en mi bolsillo, y estaba deseando sacarlo para verlo y que me calmara un poco. La manta tuve que guardarla al llegar, y aunque haga calor, se que la usaré cuando esté en casa.

La sonrisa de mi padre no era fingida, al igual que tampoco creo que fuera consciente de la emoción que rebosaba de sus ojos.

- Hijo...

Tampoco me dijo mucho más, no hizo falta. Me lancé a sus brazos esperando que nada hubiera cambiado, estaba hartos de luchar contra todo, y deseaba poder arreglar todo lo que pudiera, sacar de mi vida todo lo malo, como Ricky, y traer lo que si merezco, como a mí padre. Merezco conservar a la familia que me queda.

- Ago cariño, ¿cenarás?

Ya han pasado unos días, y de verdad que pensaba que me encontraría mejor, que venir aquí sería un respiro, un poco de libertad, empezar algo nuevo. Pero solo siento que me ahogo, que me equivoco, y que extraño a mi madre.

El primer día me esforcé, intenté que volver a ver mi casa fuera algo bueno, recordarlo todo y poner una sonrisa. Al principio no me costó, ver las calles, el sonido del mar, el olor de Adeje, todo eso me encanta, pero al entrar en casa y ver las fotos, los muebles, mi habitación, creo que fue demasiado. Aún así estaba feliz porque volvía a casa. Pero cada día es un poco más duro estar separado y rememorarlo todo.

- No Glen, creo que me iré a la habitación.

Mi habitación, creo que ahí si me siento realmente yo. Ahí puedo pensar y llorar. Y la verdad es que estoy deseando empezar a ayudarme, empezar a curarme. Pero a la vez tengo miedo. Mi habitación es a la vez algo que me da fuerza y algo que me da angustia. Al fin y al cabo, toda mi infancia la pasé aquí, y aún estaba mi madre.

No he llamado a Raoul todavía, y el pequeño dálmata me mira juzgándome desde la estantería. Echo de menos a Pablito también.

Siento una sensación de melancolía todo el tiempo, me siento vacío muchas veces, y otras me es necesario para llenarme de nuevo de cosas que realmente sean buenas. Recuerdo aquellas veces, en esta misma habitación, cuando Ricky me intentaba a animar, y su solución siempre era salir fuera. Creo que mi solución ahora será quedarme dentro, por lo menos durante un tiempo.

El sábado tuve una conversación con mi padre, y tal vez me guardé algunas cosas, la mayoría de Ricky, pero hablé con una sonrisa de Raoul y Pablo  extrañamente, o quizás no, se alegró de ver que comenzaba a buscar algo sólido. Ojalá tenga razón y sea realmente sólido, porque ahora mismo vivo en una fragilidad constante, con miedo a romperme a cada paso que doy. Por suerte no quiso agobiarme mucho, y solo hablábamos si yo quería. La verdad es que parece cambiado, es decir, ha cambiado porque hace mucho tiempo que no nos vemos, pero creo que a mejor, y eso es algo que no me esperaba. Aún así necesito acostumbrarme y recuperar la confianza.

PABLITO • Ragoney •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora