· Narra Agoney ·
Podría haberme quedado dormido en ese preciso instante, porque Pablo transmite mucha paz, pero Raoul le supera con creces.
Verle apoyado en el sofá, con el flequillo un poco sudado en su frente, las mejillas un poco rosadas, sus labios entreabiertos y su lunar encima de estos... Dios, si es que podría dibujarlo aquí mismo. Pero decido guardar este momento en mi mente, y despertarle, pues ya va siendo hora de que me vaya.
Deben de rondar las doce de la noche, y mañana tengo la cena con Ricky, a quien, aunque lo niegue mil veces, quiero impresionar.- Raoul...- Le muevo un poco, ahora con más libertad, puesto que en mi anterior intento tenía a Pablo entre mis brazos.- Raoul... Me tengo que ir.
- Mmmm...- Se revuelve y abre los ojos despacio, después, al desperezarse del todo, se incorpora rápido.- Si claro, te acompaño a la puerta, dios siento haberme dormido, estábamos hablando y...
- No te preocupes, yo también me dormiría si alguien me hablara de la carrera de económicas, por cierto, no escuchaste la parte donde dije que la dejé a los dos años porque no me enteraba de nada.
Sonríe tímido y se levanta del sofá tendiéndome la mano, la cual está extrañamente caliente.
- Bueno, ya nos veremos, o hablamos o eso...- Vamos a la puerta, y la abre sin hacer mucho ruido.- Esto... Gracias otra vez por llevarnos a la playa. Y por contarle un cuento a Pablo. Normalmente prefiere que le cante una canción, pero desde que te ha escuchado, me pide cuento. Creo que me voy a comprar un libro, porque yo no tengo tanta imaginación como tú.
- Bueno, no hace falta que sea imaginación, puede ser algo que sientas y puedas hacer una metáfora de ello.
Se que no lo entiende. Pero me sirve la sonrisa que me da después, antes de cerrar la puerta y dejar que me vaya.
******
Dejo sonar la alarma más tiempo de lo necesario, mientras remoloneo en la cama y maldigo cien veces tener que trabajar un sábado.
Consigo levantarme y dirigirme a la ducha, la cual no pude darme el día anterior debido al cansancio que llevaba. Aún encuentro granos de arena por mi cuerpo, por lo que me apunto mentalmente cambiar las sábanas cuando salga del bar.
- Bon dia.- Saludo a la pareja, quienes nada más verme dejan su conversación y me miran con una sonrisa.
- Buenos días Agoney, ¿qué tal?- Amaia me mira pícara, y yo me río avergonzado.
- Muy bien, luego te cuento, que os he interrumpido.- Voy a la salita a ponerme el uniforme y cuando vuelvo a salir ya tengo que atender a un par de clientes, así que no puedo hablar con Amaia hasta unos minutos después.
- Bueno, y... qué tal con esos dos. El rubio es súper guapo... Buah que horror, lo siento.
- Jajaja, no, si tienes razón, es muy guapo. Y su hijo también. Y porque no has visto a su hermano... Pero bueno.
- ¿A dónde fuisteis ayer?
- Les lleve a la playa, a Raoul se le estropeó el coche.
- Oh vaya. Pues Alfred y yo ayer fuimos al cine...- Miro a Amaia sorprendido. Siempre intento insinuarle que Alfred quiere algo con ella y nunca se lo cree.- Se lo pedí yo...
- Si es que... Estáis los dos súper tontos. ¿Y acabó bien la cosa?- Veo como se sonroja y me imagino lo que pudo haber pasado.
- Me acompañó a casa, y... Antes de separarnos nos dimos un beso.- Me río suavemente. A veces me olvido de que Amaia aún tiene 19 años y que Alfred tiene tan sólo uno más. Aún parecen un par de adolescentes. - Entonces crees que... Es que a lo mejor le digo de quedar otro día... ¿Tú crees que dirá que si?
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PABLITO • Ragoney •
RomanceLa vida de Raoul cambia cuando decide dejar Montgat e intentar arreglar su matrimonio con Cristina y que su hijo Pablo no sufra una separación. Pero claro, no contaba con conocer a un canario llamado Agoney, al que Pablito coge cariño enseguida y le...