Crueldad y confesiones

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Capítulo 36 Crueldad y Confesiones.


Mientras, en la cuarta división del Seireitei, se encontraba Hanatarou atendiendo a un herido sumamente grave que había llegado después de la batalla con Aizen, el que parecía estar inconsciente

—Un espada. Pensar que hemos pasado por tanto por culpa de ellos—comentó mientras lo curaba, cuando de pronto sintió que el hombre le había tomado el brazo.

—Rox...Roxanne—balbuceó el de cabellos azules.

—Parece que esta inconsciente, pero aun así se mueve—comentó Unohana que había visto la escena.

—Unohana-taichou.

—No te preocupes, solamente quería ver la condición del joven, fue un favor que me pidieron—comentó la mujer y vio como el de ojos azules comenzaba a abrir sus ojos.

— ¿Dónde está? —preguntó levantándose súbitamente de la cama, lo que hizo que sus heridas se volvieran a abrir.

— ¡Ten cuidado! Si te mueves así te puedes morir—advirtió el joven de la cuarta división.

—Necesito saber dónde está Roxanne—agregó prácticamente desesperado.

—Ah, Le Roux-san. No te preocupes, ella se encuentra en excelentes condiciones. Ahora se encuentra en una reunión junto con los espadas que se rebelaron contra Aizen—informó la de trenzas, haciendo que Grimmjow se parara de la cama sin importarle nada.

— ¿Dónde? —cuestionó la sexta espada.

—Fueron al quinto escuadrón, supongo que podrás rastrearla aun en tus condiciones.

—Pero capitana Unohana, en la condición en la que se encuentra tal vez no llegue—dijo el de cabellos negros.

—No te preocupes Hanatarou, sé que Roxanne lo traerá de vuelta muy pronto—sonrió la mujer al ver como el espada ya se había escapado para ir en busca de Roxanne.

Por otro lado, la reunión de los Espada que ya había comenzado en la quinta división estaba tomando ciertos tintes de violencia.

— ¡Que no me quiero someter a un puto shinigami! —exclamó enojado Nnoitra.

—Entonces muérete. Aquí tienes dos soluciones, o te mueres o cooperas. Si elijes la primera la ejecutaré de inmediato—aclaró la de ojos morados, sin sorprender mucho a Halibell, ya que conocía a su amiga y sabía muy bien que la única forma de controlar al portador de Santa Teresa era con amenazas.

—Maldita sea, esto es el colmo ¿Cómo permites que nos hagan algo así? —cuestionó el de cabellos negros.

—Oye, oye ¿has pensado como se siente my lady? Ella es shinigami y ha sido prácticamente negada y cuestionada por muchos de los que incluso eran sus amigos. Tu solo te preocupas por ti, quinta—aclaró el de cabellos castaños.

—Lo que es yo, no quiero aceptar la capitanía de esta división, se notaba que a Hitsugaya-taichou no le gustó la idea—acotó el de ojos verdes.

—Te mereces tener una división, Ulquiorra. Además, así podremos tener más fuerzas cuando las necesitemos.

— ¿Por qué dices eso? —cuestionó extrañada la tercera Espada.

—Tengo el presentimiento de que el bastardo de Aizen sigue vivo. Fue demasiado fácil eliminarlo, no creo que solo con eso se pueda erradicar a un bastardo que causó tantos problemas—explicó la de cabellos negros.

La domadora de panterasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora