La domadora se deja vencer

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Capítulo 4. La domadora se deja vencer

—Está llena de sangre—pensó algo asustado la sexta mientras tenía a la mujer en su cama.

— ¿Qué demonios hago? Voy a tener que quitarle la ropa para poder limpiar sus heridas—pensó Grimmjow, sabiendo que se ganaría una paliza por eso.

—A ti se te ocurre sacrificarte por mí. No entiendo como haces eso por mi—susurró, recordando todas las veces en que la había tratado mal.

—Pan...te...ra.

—No me digas así—contestó molesto mientras le sacaba la ropa a la mujer.

— ¿Qué demonios estás haciendo? —interrogó la Espada, que apenas podía moverse por el dolor que le había propinado Gin.

—Te estoy curando—contestó mientras desabrochaba el abrigo que utilizaba la chica.

— ¡Suéltame Sexta!

—No te hagas la santa ahora, no debe ser la primera vez que alguien te desabrocha esto—contestó sin delicadeza el de ojos azules.

—Estúpido, es la primera vez que alguien me desabrocha la ropa—aclaró algo avergonzada la de ojos morados.

—Oye, no soy tan tonto. Ya dime ¿Cuántas veces lo has hecho con Ulquiorra? —preguntó enojado.

— ¡Eres imbécil! No porque tú te acuestes con la primera que te mueve el trasero significa que todos somos iguales, maldita Pantera sin control—exclamó furiosa, como si le reclamara algo.

—Ah sí ¿crees que no me doy cuenta de que te vas todas las noches al cuarto de Ulquiorra? —preguntó celoso.

—Claro que voy, no lo voy a negar, pero jamás he tenido relaciones con él. No soy como tu maldita pantera que andas...haciéndolo con cualquiera—dijo con voz temblorosa la de cabellos negros.

—Si me acuesto con alguien es mi problema. Yo no tengo dueño—aclaró seriamente el de ojos azules.

—Claro, como podría el Rey Pantera estar con una sola mujer.

—Exactamente—sentenció feliz por su fama de conquistador y de buen amante.

— ¡Sal de mi habitación Sexta! Yo veré como me las arreglo.

— ¿Qué son estas heridas que tienes aquí? —señaló confuso al ver que la chica tenía muchas más heridas en la parte superior de sus senos.

—Ese no es problema tuyo—contestó tapándose rápidamente.

— ¿Quién mierda te hizo eso? —preguntó irritado al ver cicatrices en el cuerpo de aquella mujer que siempre lo defendía.

— ¡Ya te dije que no importa!

—Dímelo—pidió sensualmente el de ojos azules.

—Me lo hicieron el día que fuiste a ver a una ramera al mundo mortal. Ichimaru decidió que eso me haría sufrir más—explicó esquivando la mirada de Grimmjow.

—Cabrón de mierda, lo voy a ir a—dijo decidido, pero fue interrumpido por Roxanne.

— ¡Detente sexta! No quiero que causes más problemas. Ya el daño está hecho y no es tan grande. La próxima vez trata de hacerlo menos evidente. Las torturas de Gin me están doliendo cada vez más—dijo sonriendo la de ojos morados sin poder evitar que una de sus lágrimas resbalase por sus mejillas.

— ¿Está llorando? Jamás la he visto en ese estado—pensó atónito Grimmjow.

—Será mejor que te vayas sexta.

—Me emputece que me diga sexta. ¿Qué demonios hago para que deje de llorar? —pensó el espada.

— ¡Te dije que te vayas sexta! —exclamó la joven, siendo interrumpida por los labios de Grimmjow que ya la estaban besando con pasión.

Lo que ella había estado esperando por tanto tiempo, al fin había llegado. El tan ansiado beso de la pantera. Por tan solo un segundo, el de ojos azules era tan solo para ella y no para todas las mujeres del lugar, pero ese momento mágico debía parar. Ella sabía muy bien que Grimmjow solo lo hacía para que ella se sintiera mejor y no porque realmente la quisiera.

—¡¡Aléjate de mí sexta!!—gritó furiosa, con la poca fuerza que le quedaba.

— ¿Quién te entiende mujer? A todas les gusta cuando hago eso—aseguró el de cabellos azules, haciendo que la chica se diera cuenta de que sus pensamientos eran ciertos.

—No me compares con tus rameras, bastardo—aclaró enojadísima y enviándole un cero al peliazul.

— ¿Qué te pasa zorra? —preguntó furioso.

—Te dije que no me volvieras a llamar así, mal...di...to—dijo la de ojos morados, perdiendo la fuerza.

De pronto, Roxanne perdió las pocas fuerzas que le quedaban para estar de pie y cayó hacia el suelo, siendo tomada nuevamente por Grimmjow, quien se dio cuenta de que la temperatura de la Espada era demasiado elevada como para estar bien.

—Ni se te ocurra morirte, Roxanne—exigió la sexta, tendiéndola nuevamente sobre su cama.

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La domadora de panterasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora