Capítulo 9 | Problemas.
— ¡... Debes estar malditamente jodiendo! —deje de ver el libro que tenía entre mis manos y escuche el fuerte portazo que alguien dio—. ¡¿Cómo es posible que tu propia familia no lo supiera?!
Medite un momento si acercarme o simplemente ignorar los gritos de Samira, pero en momentos como este en lo que lo único que puedes hacer es comer y leer, prefería entretenerme un poco.
—Samira, cálmate—reí caminando hasta la sala continua a la entrada, decirle eso a una chica no era bueno.
— ¿Qué me calme? —chillo y la pude ver—. Esa mujer esta embarazada ¡Y de ti! —me apoye contra el marco de la puerta viéndola señalarlo.
Era de mala educación señalar.
— ¡La familia ni siquiera sabe algo de toda esta mierda! —Reclamo—. ¿Cómo se supone que le explique a tu madre lo que su querido hijo a estado haciendo?
—No tienes nada que explicar, Samira—la voz fría de Dalton me asombro.
— ¿Qué no tengo nada? —Samira rio—. Dalton has embarazado a una chica que ni conoces, la has traído a nuestro hogar y ni siquiera tienes intenciones honorables con ella.
—Lo que pase en esta casa no es de tu incumbencia—pude jurar que lo escuche gruñir.
—Puede que no, pero esta también es mi familia—alzo su voz—. Y hare lo que quiera.
Lo que paso a continuación no sabría decir si fue de verdad o solo producto de mi imaginación, sé que vi perfectamente a Samira darle la espalda y empezar a caminar a las escaleras, pero en ningún momento vi a Dalton caminar, ni poner su mano en su cuello, ni empotrarla contra la pared como lo estaba haciendo ahora.
Los ojos de Samira demostraron miedo por primera vez que la conocí cuando una de sus manos empezó a golpear la mano de Dalton que estaba en su garganta, reteniéndola contra la pared
—Escúchame, cariño—el tono de su voz fue mordaz—. Cerraras tu boca, si sabes lo que te conviene. No me importa que hagas después de esto, pero ten en cuenta quien soy Samira, porque sabes perfectamente que no me manejo con juegos.
Cuando vi que los ojos de ella se llenaba de lágrimas, no supe muy bien cómo reaccionar, nunca había visto a Dalton hablar así, ni siquiera conmigo. Pero ahora no solo lo hacía, sino que tenía retenida a una mujer de su garganta.
— ¿Dalton? —me adentre más a la sala.
Nadie dijo anda, pero suspire cuando la vi soltarla y ladear su cabeza en dirección de las escaleras, los pasos apresurados de Samira fueron demasiados rápidos, de hecho me impresiono que no se hubiera caído considerando que mayormente —y esta no era la excepción— andaba en tacones.