Capitulo treinta y seis | Adrián
—Creí que al hacer esto, se movería más—murmure.
—Es muy pequeño—tome el vaso con jugo que Myriam me tendía—. No abandonara el nido hasta dentro de unas semanas.
Asentí mientras bebía, mis ojos no pudieron evitar desplazarse al cesto de mimbre que estaba a nuestro lado, dentro había más de tres tipos de mantas muy abrigadas que contenían al pequeño, cachorro.
Nos habíamos puesto debajo de uno de los árboles del jardín, entendiendo una manta debajo nuestro, nos pusimos lo suficientemente cómodas.
Era extraño, demasiado para mi gusto, es más, todavía estaba esperando derrumbarme en cualquier momento por tantas cosas irracionales que me rodeaban, pero no lo hacía.
—Dalton dijo que mañana...—no pude evitar la frase, pero sus ojos me mostraron total compresión.
—Cuando despiertes tendrás a tu bebe en forma humana—me sonrió—. Ahí empezara el trabajo, con los lloriqueos y atenciones.
Algo para lo que, si estaba preparada, o al menos informada al respecto. En la forma que tenía actualmente, no hacía mucho más que pequeños ruiditos cuando tenía hambre, algo no muy seguido, después simplemente dormía.
Como si lo hubiera sentido, moví mi mirada hacia la casa, notando a través de las grandes puertas de vidrio como Dalton nos miraba fijamente antes de volver a desaparecer dentro de la casa. Podía notar que él estaba esperando lo mismo que yo, que me derrumbe.
Sabía que todos me estaban controlando, después de la charla con él, no había vuelto a tocar el tema, pero si estaba más abierta con respecto al pequeño, aun no lo había tomado en brazos, fueron tres carias las que les dedique, pero no había vuelto a negarme a quitarme leche para alimentarlo.
Todos se habían asombrado con mi cambio tan repentino, pero ni siquiera yo tenía una explicación hacia mi propio comportamiento al respecto de todo esto.
—¿Cree que hoy vendrá? —quite la mirada de la casa y la puse en ella—. Han esperado desde hace tres días su llegada.
—Sería una verdadera falta de respeto hacia Dalton y su familia—me miro y miro la cesta—. Que su padre no conociera a su nieto de esta forma. Es una tradición que debe cumplir—asentí—. Y de no hacerlo matare a mi esposo—reí cuando me sonrió.
—Espero que venga entonces—asintió varias veces—. Myriam, puedo preguntarte ¿Qué eres de verdad?
Baje mi mirada a mis manos cuando la pregunta quedo prendida a un largo silencio de su parte. Era extraña la forma en que la había dicho, pero mi curiosidad me picaba cada vez que la veía, ¿Acaso ella paso por lo mismo que yo? ¿Era una de ellos?
—No soy humana si eso quieres saber—asentí—. Nací en el seno de una familia, cambiante. Mi esposo pertenece a la misma especie, por lo tanto, mis hijos también lo son—no pude evitar mirarla—. Como especie dominante, mis nietos, también lo serán—sus ojos volvieron a la cesta—. Sé que debes tener miles de preguntas al respecto de todo Dulce, no está mal que las tengas. No debes temer en preguntar, todos esperan eso, que reacciones de alguna forma, guardar silencio no te hace bien.