Capitulo cuarenta y seis | Normal
—... ¡Para! —no sabía que era exactamente lo que me sucedía, pero aun así a cada palabra que Dalton decía, mi cuerpo seguía avanzando—. ¡Dulce! —lo escuchaba, verdaderamente lo hacía, pero aun así tenía ganas de tocarlo.
Sus manos sostenían mis muñecas con fuerza bruta mientras forcejábamos, mis ojos solo podían ver el rasguño que cruzaba su mejilla izquierda.
Dolía. Mi cuerpo bullía de sensaciones horribles que no dejaban de repetirse una y otra vez en mi cabeza. Cada una de ellas solo me incentivaba a hacer algo, dañarlo, causarle dolor a Dalton.
—¡Dulce! —aun cuando sentí el zarandeo que me hizo dar, no pude parar de forcejar intentando soltarme—. ¡Detente!
Tal vez seguimos así unos segundos, antes de que decidiera golpearlo con uno de pies, en el momento en que sentí su agarre flojo, mis manos se soltaron yendo directo a un punto definido, su cuello.
No llegue a sentir la piel de su cuello, cuando un dolor azoto mi cuerpo y antes de que pudiera darme cuenta, estaba en el piso. Los ojos de Dalton me miraban con furia pura, mientras sus manos nuevamente me volvían a retener, esta vez contra el piso.
Mis ojos lo veían, pero mi mente solo repetía una y otra vez la imagen de ella. Rebecca tocándolo, abrazándolo, estando a su lado, Dalton dándole sonrisas.
Rebecca y la bebe.
—Deja de hacerlo—preste atención al tono de su voz, no se escuchaba como el Dalton de siempre—. Deja de ceder.
—No puedo—negué una y otra vez recordando aquella frase, Mi pequeña Cristal—. Ella. Ella es...
—Deja de permitirlo—sentí el fuerte agarre de sus manos en mis muñecas—. Sabes bien que ella no fue mía—respire hondo cuando voz volvió a sonar normal—. Dulce, debes calmarte—guarde silencio—. Todas esas sensaciones, debes controlarlas.
Lo entendía. Sabía que todo aquello que recorría cada tramo de mi cuerpo, la furia desmesurada que me venía una y otra vez, no era meramente mía.
Pero igualmente, aun teniendo sus ojos sobre mí, no pude evitar girar mi rostro y solo ver en dirección donde estaba aquella foto, esa que dejé caer y se repetía una y otra vez en mi cabeza.
—Tu sabes quien fue Rebecca, Dulce—lo mire—. Demian seguramente te lo dijo.
Los celos, la rabia, el odio, todo se evaporaba. Todo se calmaba, yo lo sabía. Yo misma había buscado respuestas, yo misma había llevado la foto de Rebeca ante Demian, el mismo me había confirmado que era su mujer. El mismo había dicho que él bebe había sido niña.
Era plenamente consciente de cada uno de esos detalles, aun así, en el momento en que mis ojos vieron a Dalton abrazándola, tocándola, sonriéndole, todo se nublo.