Capitulo treinta | Trato
—Es que, entiendo que mi situación no es la más normal, pero este tema es muy importante para mí—admití—. Sufrí mucho durante el tratamiento que me hice y no creo ser capaz de hacerlo de forma natural. Admiro muchas a quienes lo hacen así, pero no es como si eso me inspirara a copiarles—me cruce de brazos—. Antes de todo esto, había llegado a informarme con un doctor y a cambio de un pago, que me puedo permitir, el haría todo de forma muy sencilla.
A decir verdad, un después de mi gran explicación, el que ninguno de los que estaban en la mesa—aclaremos que eran dos— dijera algo, me molesto.
Entendía que podría llegar a plantearse miles de situaciones, la más específica mi huida, pero, aun así, debían entender mi miedo ante el parto, no todos los días sacas una cabeza por la vagina. Y por mas biología que me expliquen, entiendo que mi cuerpo está preparado para todo eso y demás, pero, aun así, no quiero intentarlo.
¿Eso me convertía en una mala madre? Bueno, considerando que hasta ahora no había ni un 50% de que me dejaran ser parte de la vida de mi bebe, no era como si esa fuera mi principal preocupación.
Lo cierto era que estaba gigante, el hecho de estar echada todo el día, me había vuelto un ser completamente inservible y no lo digo porque ya simplemente el movimiento de agacharme requería de toda mi fuerza, sino porque también estaba más que exhausta.
Y ya ni pensaba en la verdadera situación en la que estaba. Sí, no niego que aquí estaba bien atendida, no me faltaba nada, no me trataban "mal", pero aun así no podía simplemente olvidar que Dalton me había secuestrado y arrastrado por medio país.
Por no agregar que sus palabras eran directas, el me sacaría a mi bebe. Él no me haría parte de su vida. Y ya decirle eso a una embarazada era sobrepasar un nivel de insensibilidad.
—Dulce, sé que estas preocupada, ya te estas acercando mucho a la fecha—intente devolverle la sonrisa a Myriam—. Pero este tema le corresponde a mi hijo—toda esperanza se me esfumo—. Yo permití que te quedaras en mi casa, para que pudiera sobrellevar tu embarazo con más seguridad. Pero la verdad es que mi hijo se metió en este problema, entonces es su responsabilidad explicarte todo y ocuparse a partir de ahora.
* * *
—No tienes buena cara—tome el vaso con agua que me tendía y no dude en tomar un poco, la verdad era que últimamente me estaba estresando más de lo que debería—. ¿Qué sucede?
Solté un audible suspiro antes de mirar fijamente a Dalton, aun cuando estaba en cuclillas frente a mí, se veía mucho más alto que yo. Sus ojos me inspeccionaban sin pudor, genial.
—Sucede que la fecha del parto se acerca, ya no quedan cinco o nueve meses, estoy muy asustada—me sincere—. Estoy en el medio de la nada, en una reserva, donde lo único que hacen bien es cuidar animales y la naturaleza, no es como si pudiera estar tranquila solo sabiendo eso—negué—. No me siento bien ahora. Estoy volviéndome muy ansiosa, dios, lo único que veo todos los días es el maldito bosque. Me se la casa de memoria y ni siquiera su compañía me está haciendo bien—trague el nudo que se me había hecho en la garganta—. Nací y me crie en la ciudad, fui libre toda mi vida. Y está bien, sé que no es la situación, que podría estar peor. Pero eso no significa que ame todo esto—suspire—. Quiero saber que pasara, quiero llorar por tu culpa, quiero largarme de aquí, pero no puedo.