Capitulo cuarenta y nueve | Verdades II
Guarde silencio aun procesando sus palabras, de solo pensar en no tener a Dean aquí conmigo, mi alma dolía. Antes ni siquiera se me hubiera pasado por la mente el pensar en mi vida sin Dean, y ya ni siquiera quería volver a pensarlo, era horrible. Perder a mi hijo seria lo peor que podría pasarme.
Creo que en medio de mi estupefacción y el silencio paso su debido tiempo, ya que no pudimos seguir hablando del tema por la llegada de los gemelos con mi bebe a punto de llorar.
Estuve callada durante el almuerzo y lo que siguió del día, ni siquiera tuve ganas de ir a la reunión semanal que tenía para arreglar algunos detalles. En su lugar, estuve con Dean todo el día.
Me había sentido horrible, tal vez uno nunca valora verdaderamente el tiempo que pasa con sus seres queridos, o tomar por sentado la presencia de alguien en su vida. Y estaba enormemente agradecida de tener a Dean en mi vida y rezaba a todo lo existente que así fuera siempre.
—Mi madre sigue insistiendo—deje de lado el libro que había tomado antes de sentarme en la sala y mire a Isaiah.
Sabía que no quería volver, no quería tener la responsabilidad que conllevaba tener empezar a dirigir su propia manada, pero lo había criado así desde niño, así que no entendía mucho su renuencia hacia esto.
—Dalton me comento que ya ha pasado demasiado tiempo—lo vi sentarse a mi lado—. Les han dado mucho tiempo.
—Mi hermano y yo siempre hemos estado juntos, desde niños. Y si bien nos separamos a veces, siempre es por un corto periodo—lo escuche—. Ahora somos libres de ir a donde queramos. Pero una vez que tomemos el mando de una manada, no será así—negó—. ¿Cuántas veces has visto salir a Dalton de este lugar?
—Una.
—Y fue solo para irte a buscar—recordó—. Pero los jefes nunca abandonan su territorio, no deben hacerlo. Permanecen siempre en su hogar—suspiro—. Eso también significa separarme de mi gemelo.
—Isaiah, no tiene que ser así.
—Lo sé, pero, aun así, temo que suceda.
* * *
Guardo silencio, aunque mis ojos no pueden dejar de ver los cuatro gruesos álbumes sobre la mesa. Veo a Dalton con otro en sus manos, la biblioteca se encuentra silenciosa, a un extremo de la mesa está la mediana canasta repleta con diferentes tipos de telas, dentro un Dean en forma de lobo está profundamente dormido.
Dalton está sentado a mi lado en silencio, pacientemente espero a que este cómodo para hablar, pero desde que cruzo la puerta con estos álbumes en sus manos, esta, intranquilo.
—Te había contado, que mi hermano había cortejado a Rebecca durante un año—asentí—. Ella supo su verdadera naturaleza una semana antes de llegar aquí—lo vi abrir el álbum—. En ese tiempo mi abuelo quien dirigía este lugar estaba vivo. Demian sabía que había llegado su hora de aprender a ser jefe, así que no perdió tiempo—arrastro sobre la mesa el álbum abierto hacia mí—. Una semana después que llegaron, se casaron.