Epilogo.
No puedo evitar sonreír a medida que doy pequeños pasos, los suaves grititos y llamados de Dulce me hacen sonreír mas. Me gusta el agarre que Dean sostiene en mis dedos, es fuerte. El que no se rindiera me hace saber lo testarudo que será, pero en este momento, mientras estoy inclinado sobre mi hijo, sosteniéndolo por sus manos, a medida que da tambaleantes pasos en dirección de su madre, no hay nada que no sintiera, más que felicidad.
—Pequeño me harás llorar —advierte Dulce cuando estamos a solo dos pasos de ella. Noto la desesperación en mi hijo para llegar a su madre y cuando logra estar entre sus brazos, veo cuanto se aman mutuamente.
Dean, a pesar de compartir un gran vinculo conmigo, podría jurar que daría todo por su madre. Cada día que pasaba me aseguraba más de eso, su madre lo era todo.
—No puedo creer que este caminando, dios, hace poco ni era capaz de sentarse —sonrió por las palabras que me dice, ciertamente no hubiera esperado que el tiempo pasara tan rápido, pero día a día viéndonos, veía como el tiempo se nos escapaba y no éramos consiente de eso.
—Está creciendo demasiado rápido —ella asiente a mis palabras mientras vuelve a divagar sobre lo triste que eso la pone.
La escucho en silencio mientras nos acercamos a la casa, lo cierto es que podía sentir su felicidad irradiando por cada tramo de ella, Dulce amaba estos momentos que demostraban como nuestro hijo iba creciendo. Pero como toda madre, eso la podía triste, a tal punto que negar que su bebe estuviera creciendo.
Era algo gracioso.
Vigile en silencio como tomaba asiento en el sillón hamaca que habíamos instalado hace algunas semanas, la imite cuando ya estaba seguro de su comodidad.
Mi piel hormigueo cuando la estreche entre mis brazos y su pequeño cuerpo quedo recostado contra el mío. El suave silencio que nos acompañaba, sol era irrumpido por Dean exigiendo la atención de su madre. Enseguida su aroma me embargo y me llene de él. Dulce lo era todo, así de simple. No fui consiente, pero en algún momento empecé a acariciar uno de sus brazos mientras los observaba.
Ver a Dulce en su faceta de madre, era algo que día a día me asombraba. Más allá de todos los sentimientos y sensaciones que ella misma me causaba, verla con mi hijo, era algo completamente diferente. Desde el primer día que la vi cargándolo, esta sensación fue aumentando más y más, algo plenamente puro y nuestro.