28 | Preguntas

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Capitulo veintiocho | Preguntas


—Y note que siguieron creciendo sin motivo, pero ahora son dolorosos—señale—. ¿Qué es lo que pasa?


Esperé pacientemente y no dije nada, ni solté algún quejido, mientras la mujer de muy avanzada edad presionaba sus dedos en mi vientre. A decir verdad, no era lo más adecuado llamar a una "partera" considerando la magnitud de la situación, pero hasta Myriam me había afirmado que ella sabría darme una solución.


Algo que me cuesta aceptar, viendo a la mujer simplemente observar mis moratones. No mire cuando nuevamente repitió la acción de hundir sus dedos en mi piel, en cambio me centre en el rostro de Dalton cargado de inquietud. Había perdido la cuenta de las veces que había caminado de punta a punta la habitación, mientras esperábamos a la mujer.


No era algo que me apetecía pensar, pero debía aceptar que el nivel de preocupación que había tomado, me había tomado por sorpresa. Sabia, masque nada, que le importaba él bebe, pero, aun así, me sorprendió su reacción, podría decirse que se preocupaba por mí.


—Como supuse—la voz rasposa y pausada de la mujer atrajo la atención de todos los que estábamos en la habitación—. Estas muy débil, niña. Es por eso que te aparece estos—toco mi piel expuesta.


—Nunca leí algo parecido—comenté.


—He traído a este mundo más crías de las que alguna vez imaginaras—replico—. Y no es la primera vez que veo esto—miro a los demás presentes—. Sé que están preocupados por la salud de ellos, pero ya saben cómo lidiar con esto—verdaderamente no supe que hacer cuando la vi tomar su bolso y ponérselo.


—¿Eso que mierda significa? —cuestione.


—Nosotros acompañaremos a la mujer—Myriam abrió la puerta dejándola salir, seguida de Isaac—. Dalton, podrías explicarle.


Guarde silencio cuando la puerta se cerró sin más, así que me habían dejado a solas con el peor de mis pesadillas y lo más lindo, aun no sabía que carajos pasaba conmigo.


—La falta de proteínas y vitaminas en tu sistema provoca esto—mire al hombre—. Lo único que debemos hacer es darte pequeñas inyecciones que se colocan en el vientre y no pasara mucho hasta desaparezcan.


Entendí lo que había dicho, pero no me había gustado la forma indiferente y suave en que había hablado. Una mezcla de pesar y resignación, eso había notado.


—¿Y si ella se equivoca?


—No lo hace—me miro—. No es la primera vez que vemos algo así, es algo poco usual, pero pasa. La solución es simple.


—¿Ya habías visto a alguien así? —me señale y el asintió—. ¿Quién?


—Solía tener una amiga, que paso por eso.


—¿Solías?


—Ya no es mi amiga.


* * *


—Puedes sostenerte de mí. Y ya sabes.


Intenté ocultar mi sonrisa lo más que pude, pero supe inmediatamente que Dalton la había visto mientras una de sus manos pasaba suavemente el pequeño algodón por mi piel, esterilizando la zona, antes de tomar la pequeña inyección.


El "ya sabes" era el permiso que me daba para pellizcarlo, pegarle o cualquier daño que me hiciera olvidar el propio. Algo ilógico, pero que en un principio me había divertido. Y lo mejor, me hacia distraerme mientras sentía el pinchazo en mi vientre.


No era algo extremadamente doloroso, o algo así, sino más bien incómodo. La aguja apenas si llegaba a los dos centímetros o menos. Y lo bueno de todo esto, es que tres días eran los que había estado colocándomela y ya mi piel estaba recuperando su color.


Respire profundo mientras Dalton se encargaba de todo, lo más gracioso es que era algo tan sencillo que yo mismo me lo podía hacer. Pero nunca tuve la oportunidad, ya que desde el día uno, él había venido y había dicho que el la pondría.


Por otro lado, no había mentido respecto a su "ya no amiga", puesto que me había dicho que había aprendido a inyectarla a ella. Y la primera vez que lo hizo conmigo, ni siquiera había vacilado.


Mire como guardo la inyección usada en su recipiente, antes de que me tendiera un pequeño chocolate. A decir verdad, el sí sabía cómo compensar a una embarazada.


Lo acepte en silencio como las otras veces había hecho. Era extraño, desde que Dalton había tocado mi vientre por primera vez, cada vez que lo tenía cerca, él bebe estaba increíblemente quieto. Y ya no sentía la extraña presión de estar a solas con él.


Tome asiento a los pies de la cama cuando se apartó lo suficiente de mí, y vigilo mi estado por unos segundos. Instintivamente mis manos se centraron en revolotear el pequeño dulce mientras lo veía caminar a la puerta.


Hacerlo.


O no hacerlo.


Si.


No.



—¿Por qué no? —lo vi pararse en el marco de la puerta antes de que girara a verme—. ¿Por qué no lo podemos criar juntos? ¿Por qué eliges la opción más dolorosa?


Me inquieto que aquellos cristalinos ojos me miraran tan fijo.


—¿Acaso estarías dispuesta a estar encerrada el resto de tu vida? —inclino su rostro a un lado.


—¿Y porque encerrada? —replique—. Podríamos salir como personas normales, podrías dejarme ir a casa como alguien normal, podríamos hacer esto bien.


—No salgo de mis tierras—temblé cuando escuché el tono de su voz, a veces parecía no ser el Dalton de siempre—. No abandono mis responsabilidades. La única razón por la que estoy aquí, es por ti. Así que pregunta de nuevo, Dulce. ¿Acaso yo te dejaría irte, cuando no podría verte?


—Estas enfermo—masculle—. No importa como sea nada, estas malditamente loco.


—La locura se contagia—eso ultimo lo dijo en un tono tan bajo, que creo que ni siquiera quería decírmelo a mí—. Nueva pregunta, ¿Por qué crees que no te quiero cerca? 


Tendremos un Bebe-LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora