Capitulo sesenta | Noche.
—Lo siento—escuche por cuarta vez su disculpa mientras volvía a notar como uno de sus ojos se tornaba dorado antes de mezclarse suficiente para volver a ponerse azul, aun así, no era el color de sus ojos.
—No hay problema.
—Debería ser capaz de controlar esto—aunque lo dijo, eran palabras más para sí mismo que para mí—. De saber que vendrías, esto...
—¿Enserio me harás hablar sobre cosas que ni vienen al caso? —aun cuando me escuche a mí misma completamente segura, nada en la mirada de Dalton me hacía sentir satisfacción, ahí no había seguridad, no estaba la misma firmeza de siempre y la inseguridad que lo rodeaba no me gustaba, es más, me irritaba.
—¿De qué quieres hablar? —un extraño sentimiento empezó a instalarse en mi cuando ni siquiera me miro a los ojos, su mirada estaba puesta en cualquier cosa insignificante que hubiera en la pared detrás de mí.
Guardé silencio e hice algo de tiempo tomando el vaso con agua que minutos antes el había puesto en frente de mí. La isla nos separaba y aun cuando había miles de lugares, parecía ser que la cocina siempre era nuestro campo de guerra.
No era loba, y no tenía nada que me dijera lo contrario. Salvo la conexión que me quedo desde el embarazo de Dean, nada en mi había cambiado. Y, aun así, desde donde estaba podía sentirlo, cada uno de mis sentidos se activaba cerca de él, no había nada que mis ojos se perdieran de él, nada que no pudiera evitar vigilar, hasta podría jurar que después de tanto tiempo podía sentir su aroma, desde donde estaba mi cuerpo bullía de emoción con solo olerlo.
Había tantas cosas que quería decir, tantas decisiones que debía tomar, tantas cosas por hacer. Sin embargo, ahora, en frente de él, con cada tramo de mi cuerpo gritando cada vez más fuerte, no podía centrarme.
—Dulce...
—¿Hace cuánto tiempo me fui de aquí? —pregunté mientras uno de mis dedos acariciaba el borde del vaso.
—Veintisiete días—cautela, eso había en su voz.
—Veintisiete días—repito—. Sabes, cuando tuve la voluntad de rehabilitarme, de dejar todas las drogas—sonrió—. Tarde exactamente un año, cuatro meses y dos días, en lograrlo—murmuro—. Tanto tiempo en donde sufrí, caí, roge, me odie, odie todo, tanto tiempo de dolor—por unos instantes busco sus ojos antes de volver a ver mi dedo acariciando el vaso—. Y estos veintisiete días, fueron como todo ese tiempo. Fueron horribles—admito—. Estaba bien, tenía a mi hijo, tenía personas apoyándome, estaba tranquila. Pero, había momentos en que me sentía tan sola sin tu presencia, tan perdida sin ti. Y odie eso, porque no estaba sola Dalton, tenía a Dean y se supone que él es mi todo—respiro profundamente—. Y en esos días, no lo era. Tú eras quien mi mente deseaba, quien mi cuerpo exigía. Y no es justo.