Capitulo once | Embarazo
—Gracias—le sonreí al mesero joven que venía atendiéndome en el último mes.
Por las grandes ventanas que cubrían el comedor del elegante hotel donde me estaba hospedando, se podía ver a la personar ir y venir, de trabajos, de escuelas, con sus hijos, con sus parejas, cada uno con alguien.
Antes de empezar a comer, acaricie mi muy abultado estómago, últimamente hacia esto con cada pensamiento angustioso o triste que tenia de la nada.
Quise reír ante la incómoda sensación de tener al bebe moviéndose dentro mío, no era algo cómodo y tal vez la primeras veces me hacía chillar de diversas maneras, pero era un signo día a día de que tenía un vida dentro de mí y también que por ella hacia todo lo que hacía.
Empecé a comer mirando a diversos lados, era algo común que se me había hecho costumbre considerando que ya estaba llegando a fin de mes, por lo que pronto abandonaría este lugar y viajaría a otro.
Eso es lo que había estado haciendo en los últimos cuatro meses desde que escape de Dalton. No había tenido noticias suyas verdaderamente, aunque Lewis me había llamado el primer mes para advertirme que había personas preguntando por mí en mi residencia, es más se quedaron dos semanas custodiando mi vacío apartamento.
Desde entonces a esto se ha reducido mi vida, cambiar de lugar a cada mes para no atraer a nadie, si es que todavía los tenia buscándome. Había tenido que tomar el nombre de soltera de mi madre para poder hacer cada tramite y que no me encontraran.
Ecografías, compras y visitas es lo único que podía hacer, mi existencia básicamente era nula, no tenía a nadie, no soy sociable y tampoco podría intentar serlo, porque al fin de todo me terminaría yendo.
¿Terminaría condenando a mi bebe a una vida tan solitaria? Me tendría a mí, pero a nadie más.
Era algo triste la vedad.
Deje en el plato solamente aquel filete del cual tenía antojo antes de retirarme a mi piso, tal vez debería ir al restaurante de la esquina a comer el filete levemente cocido y jugoso que quería.
Me cruce de piernas sobre la cama, o eso intente considerando que mi abdomen ya no me permitía hacer muchas cosas. Si había algo de lo que estaba orgullosa era del extenso guardarropa que había confeccionado en todas estas semanas.
Muchas de las prendas las había comprado exclusivamente para cada ocasión y otras las había encontrado en internet. Cuando tienes una tarjeta de crédito al alcance de tu mano, comprar es lo único en lo que puedes pensar.
* * *
—Hola, hace tres días vine y encargue una manta blanca con un bordado a mano, me dijeron que lo venga a retirar hoy.