Capitulo dieciocho | Viaje.
—Disculpen—mire al hombre que había entrado en la habitación, la mujer que me custodiaba hoy se paro y se apresuro a estar frente a el—. Han llegado un par de cosas—el miro primero a dicha mujer para después volver su fría mirada en mi—. Necesitan su firma.
Ambos me miraron fijamente y las cuatro ojos no se apartaron en un buen tiempo, inspeccionándome, meditando la situación, viendo mi posición al tema. Al final la mujer suspiro y el hombre se paro en la puerta, sosteniéndola abierta.
—Vamos.
No diré que no me asombre al ver que me dejaban salir, camine lento y pausado, últimamente no me movía mucho.Cuando llegue a la entrada de la casa, vi dos camiones sobre la calle y a tres hombres repartidores.
—¿Dulce Coleman? —asentí mirándolo fijamente cuando pregunto—. Podría firmar aquí—me tendió un documento—. Y aquí también. Gracias.
—¿Han traído todo? —sonreí cuando abrieron el camión dejándome ver las miles de cosas que había comprado.
Estuve en silencio cuando empezó la lucha de los guardias que tenia cuidándome contra los repartidores, puesto que había buscado una empresa de transporte exacta para mi propósito y hasta ahora todo estaba saliendo de maravilla.
—Por políticas de la empresa no podemos dejar que nadie toque los encargos hasta colocarlos por completo nosotros.
—Que política estúpida—una de los hombres se acerco al encargado—. Nosotros bajaremos todos y ustedes se largaran de aquí.
—Porque—cuando hable todos me miraron—. No los ayudamos a bajar las cosas, así no incumplen por completo su política de trabajo y terminan antes.
Cabe destacar que a nadie le gusto mi proposición, pero al final terminaron acotandola, los seis guardias que custodiaban la casa se pusieron en llevar los muebles grandes a la habitación que habíamos acondicionado con Dalton, dos repartidores subían otras cositas y yo me encargaba de las cosas livianas, básicamente no me dejaban tocar nada que no pesara menos de dos kilos.
—Hay que distraerlos—cuando fui a tomar el juego de mantas hable con el encargado—. Deben distraerlos ahora.
No deje que me contestara y volví a entrar a la casa, cruzándome con los guardias y repartidores en la ida. Debíamos apresurarnos. Cuando volvía todos estaban subiendo la cómoda-cuna que había comprado, era el articulo mas pesado.
Al llegar a la puerta escuche un sonido de dolor y rápidamente vi como uno de los repartidores estaba caído en el suelo con su mano cubriendo su pierna. Todos lo rodearon y cuando quise ir a verme, un tirón en mi mano me hizo mirar al encargado que me hacia señas.
Una mentira.
No se muy bien que paso a continuación, solo la sensación de velocidad que tenia a medida que el camión avanzaba por todas aquellas calles, antes de salir del recinto tuve que agacharme y esconderme para evitar que los guardias de la entrada me vieran.