Capitulo cincuenta | Paseo
—No puedo creer como está creciendo—no obtengo respuesta peor no dejo de cambiar a Dean, hoy algunas personas no estaban de buen humor al parecer—. Dean, supongo que solo estamos tu y yo.
Sonrió mientras mi bebe me observa, acostado sobre la cama, para ser cambiado, se veía enrome, evidentemente no sacaría los pocos centímetros de mí.
—Lo lamento—distraigo al pequeño mientras lo toco y escucho el fuerte suspiro de fondo—. Dulce—me llama y enseguida lo tengo a mi lado—. Lo siento, he estado siendo un idiota estos días.
—Muy idiota—repito.
—Eso—masculla—. Solo que estoy perdido.
Lo miro en silencio, la verdad que podía llegar a entender su situación, pero no era nada comparado seguramente con todo lo que él debe estar sintiendo ahora mismo. Isaiah verdaderamente tenía miedo a atarse a algo que tal vez en un futuro no fuera su felicidad.
Había podido hablar algo al respecto con Dalton, Isaac estaba detrás de el con las mismas dudas que su gemelo me decía. Era complicado. Dalton aseguraba que para ellos lo era más, puesto que, si bien suelen separarse entre las casas de sus padres, siempre vuelen a esta juntos.
Myriam en una de sus llamadas me había dicho claramente que ella los entendía, después de todo, ella llevaba un matrimonio de años con Adrián, separados. Eso era algo que aún no podía entender, estar tanto tiempo lejos de su pareja. Isaiah me había dicho que ellos eran felices así y se acostumbraban, además no eran verdaderas parejas destinadas. Y sumando el hecho de que eran almas libres, eran perfectos así.
—Isaiah—deje a Dean sobre la cama y me pare mirándolo—. Te has estado torturando con este tema durante las últimas semanas, no puedo decirte que hacer. Eso depende de vos. Y si quieres que te diga algo, habla de esto con Isaac, creo que ustedes necesitan hablarlo seriamente.
No supe si mis palabras fueron las mejores, pero creo que verdaderamente ellos dos necesitaban tocar seriamente el tema y decidirse. Porque ya hasta Dalton tenía a su padre exigiendo por sus hijos pequeños.
Cuando Isaiah abandono la habitación la tarde estaba a sus últimas estancias, no faltaría mucho para que anocheciera. Termine de abrigar a Dean, amaba que mi bebe no estuviera nervioso o llorón cerca mío. Un sentimiento extraño me embargaba cuando pensaba en que mi sola presencia era todo lo que necesitaba.
Tome la manta azul del armario, luego arroparía a Dean con ella, enroscándola en mi cuerpo, me gustaba mucho el tenerlo cerca mío y contra mi pecho.
—Tenemos que ir por tu padre pequeño.
Acomodé bien a Dean a un costado de mi pecho, cuando estuve segura que estaba cómodo y con la manta en mi mano. Salí del cuarto en dirección del piso de abajo. No tuve que caminar mucho cuando entre a la oficina de la casa.