Capitulo diez | Huida.
— ¿De verdad no quieres ver a un doctor? —negué sonriendo forzadamente—. Me hace cuestionarme si irme o no, pero esto es un asunto urgente—murmuro—. Le pediré a Lais que te mire y si sientes más dolor le avisas—asentí.
Suspire con mucha tranquilidad cuando Dalton se despidió de mí, diciéndome nuevamente que si tenía algo le avisara a Lais. Por un momento creí que verdaderamente se quedaría en casa a vigilarme.
Seguí en el comedor por unos minutos más comiendo varios bocados dulces, había despertado con hambre y el tener que fingir que había despertado con dolores no fue lo mejor, considerando que no podía comer como vaca frente a él estando mal.
Me retire al salón antes de que las chicas recogieran la mesa y me vean comer con todo. Según el reloj en la pared me quedaban dos horas, en media empezaría a hablar con Lais sobre el cansancio que cubría mi cuerpo y en una me retiraría a mi habitación, cuando los de limpieza llegaran ya estaría lista, tendría que salir antes de que empezarán a limpiar los pasillos y las escaleras, ellos evidentemente no tendrían que verme, porque seguramente lo primero a los que preguntarían eran a ellos.
Me recosté en el gran sofá del salón, algo que había notado era que no había absolutamente nada de tecnología en toda la casa en el sentido de televisión, computadores o equipos, sabia por vista propia que Dalton tenía todo eso en su oficina en la casa.
Aun no sabía en donde había terminado mi móvil y todos mis papeles, aunque si había visto muchos cajones con llave en su despacho, algo que no tenía sentido ya que nunca vi a Dalton con ninguna llave en todo este tiempo.
Había varias cosas en este lugar que no cuadraban muy bien.
* * *
—Les pido que empiecen por todo lo demás y terminen con los pasillos. La señora esta descansado, no se siente bien, por lo que por favor no hagan mucho ruido en el segundo piso—quise reír escuchando a Lais hablar con todos los trabajadores en el primer piso—. Yo estaré en la cocina si se les ofrece algo.
Me tome mi tiempo en intentar formar una figura humana con las almohadas en la cama y en verificar que todo estuviera en mi bolso, para cuando había terminado y ya tenía el valor para hacer lo que haría, había escuchado como habían abierto la camioneta y me había asomado a ver como subían varios cambios de ropas de camas, con eso me bastaba.
Espere un tiempo en el comienzo de las escaleras hasta que vi cómo se despejo la entrada de la casa, cuando empecé a bajar rápido las escaleras intentando hacer el mínimo ruido.
Casi se me escapa el corazón cuando escuche un estruendo de algún adorno que seguramente hubiera terminado en el piso. ¿Justamente en este momento tenía que pasar eso?
El mayor de los problemas era salir a la calle sin que nadie me vea, en eso me tenía que fijar mucho, había observad que todos los vecinos de Dalton lo "querían" y que la mayoría de las personas que pasaban por el frente de la casa lo saludaban.
Por un momento pensé que todo fracasaría al llegar a la puerta y ver que los hijos de la pareja de enfrente estaban afuera jugando, pero gracias a no sé qué y todo lo demás, corrieron dentro de la casa.
Tal vez el hecho de elegir el horario de la merienda fue mi mejor elección.
Verdaderamente cuando estuve sobre la camioneta debajo de varias sábanas blancas, no podía creerlo, ¿Eso había sido todo? Sé que nadie es un experto en eso de secuestrar personas, o nade normal, pero por lo menos aquí beberían tener mejor vigilancia.
Si había algo que lamentaba de todo esto, era que seguramente Dalton se agarraría contra Lais por no haberme vigilado como seguramente el pidió y además, me hubiera encantado poder ver su cara cuando le dijeran que no estaba en la casa.
Aunque ese no era el mayor de mis problemas ahora, pensé cuando escuche como la camioneta era cerrada. Sabía que el viaje duraría mínimo una noche o más, por lo tanto mañana me despertaría en la ciudad.
Desde que había perdido a mis padres hace años, el abogado encargado de mis bienes me dio tarjetas para manejar, tarjetas que ahora no tenía y que seguramente estarían con Dalton.
No suelo pisar los bancos., así que no se absolutamente nada de cómo voy a hacer para retirar algo de dinero, ni si me lo podrían dar en el acto, solo esperaba que tuviera tiempo suficiente.
Solo eso.
* * *
—De veras lo estoy intentando, señorita—quise bufar—. Pero claramente aquí lo dice, no tiene absolutamente nada en su cuenta.
—Es que, eso es absolutamente imposible—negué—. ¿Está segura que es mi cuenta?
—Dulce Coleman, número 056, residente de Brookline.
—Mierda—rasque mi cuello por tercera vez—. Maldición.
Ellos lo habían pensado todo.
—Entonces fíjese en otra—pedí después de pensar por un tiempo—. Busque la cuenta de Eladia Coleman, numero 395.
Por instinto cruce mis dedos, no había forma de que ellos supieran de esa cuenta, perteneció a mi madre y hace años que no se usa, sabía que no había tanto dinero en ella, pero tenía lo suficiente para subsistir hasta que él bebe naciera.
—Aquí esta—suspire de alivio—. ¿Cuánto es el monto que desea?
—Pues no soy buena manejándome con efectivo, así que no mucho, pero lo que si quisiera saber es si me pueden dar una tarjeta a esa cuenta.
—Claro, con eso no habrá problemas—me sonrió—. Solo necesitare una dirección, o a que correo mandar la tarjera.
—Iré a Boston—sonreí—. Pero llamare para aclarar la dirección.
—Bien—tomo un sobre—. Aquí tiene lo suyo—me lo tendió—. Y su tarjeta tardara entre una semana y días, que tenga buen viaje.
—Gracias—me despedí.
Sinceramente después de estar peleando por casi una hora con el dueño de la camioneta por haberme colado en ella, todo lo que me costó poder llegar al banco pidiendo mil y una referencias y todo lo que tarde en este, ahora misma Dalton ya sabría que me habría ido y seguramente estuviera muy cerca, debía apresurarme.
* * *
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