Capitulo treinta y nueve | Rebecca
—Dean, definitivamente no puedes elegir peor momento para despertarte—me sostuve con fuerza de los barrotes de la escalera mientras miraba en dirección del pequeño moisés que cargaba a cada lado que iba, para acostar a Dean.
Por los leves movimientos que hacía con sus manitos y el pequeño puchero que poco a poco iba visualizando desde donde estaba, solo faltaban pocos minutos para que empezara a llorar proclamando toda mi atención.
Me apresure a subir los escalones restantes de la pequeña y poco estable escalera, hasta llegar a los estantes de arriba de la pequeña biblioteca que tenía Dalton en su casa.
Leí cada uno de los títulos que se veían y saqué más de un libro forrado, antes de suspirar y bajarme lentamente de la escalera, no había encontrado mi objetivo.
Creo que el susto que me pegue en el instante en que gire para tomar a Dean en brazos y la imagen que me encontré fue a mi hijo alzado por Isaac, quien me miraba con su cabeza ladeada a un lado.
—Dios—lleve mi mano a mi pecho, sintiendo los fuertes pálpitos de mi corazón—. ¿En qué maldito momento entraste?
—Mientras revisabas uno por uno todos los libros de esos estantes—no me miro mientras hablada, en cambio sus ojos estaban fijos en Dean—. Así que dime, ¿Qué buscas?
No podía evitar que un poco de asombro se me hiciera presente, creo que era la primera vez que veía a Isaac tomaba en brazos a mi hijo. aunque a veces Dalton se lo llevaba para dejarme descansar un poco, no sabía si él lo tomaba en brazos.
—¿Qué te hace pensar que...
—Salteémonos esta parte—pidió—. Te he escuchado bajar y subir esa escalera desde que entraste a este lugar, mi habitación está a dos puertas de aquí—señalo—. Así que algo buscas, dime que, así dejas de perder tiempo.
Lo quede mirando fijo un rato, la verdad es que ni siquiera sabía si lo que buscaba existía, pero quería saciar un pequeño tramo de mi curiosidad, así que era arriesgar a nada.
—Myriam me conto varias veces que Dalton de pequeño era igual a Dean. Y creí que habría algún álbum de fotos por aquí para ver—mire a nuestro alrededor—. Pero no encontré nada—me encogí de hombros.
La verdad me sentí muy nerviosa mientras veía sus ojos taladrarme y el que tuviera la misma mirada que compartía con Dalton no ayudaba en nada a mi tranquilidad.
—Están en ese estante—señalo uno al otro lado de donde estaba—. En los cajones de abajo—aclaro.
Le sonreí sintiéndome un poco cohibida cuando se me quedo mirando fijamente sin formular palabra alguna, no pude dejar de mirarlo mientras volvió a dejar a Dean en su moisés.
—Ten cuidado con lo que haces, Dulce.