Capitulo veinte | Compañia
—Gracias Rosaly—acepte el bol con cereales que me tendió—. Creí que ya no quedaban más.
—Así era—admitió la morena—. Pero me desperté temprano par air a comprarle.
—No deberías hacer eso.
—Es mi trabajo señorita—me sonrió—. Debo mantener su bienestar y comodidad.
—Cierto.
Empecé a desayunar mientras la veía acomodar la cocina, Rosaly había sido contratada por Myriam para cuidarme exclusivamente, de ahí concluí que la paranoia era de familia.
Pero al final resultó ser una buena compañía, porque había descubierto que Myriam verdaderamente no abandonaba su papel como madre o esposa. Siempre se tomaba dos o tres días para viajar a ver a su familia.
Era como un respiro para mí, puesto que los otros días en casa, siempre tenía un momento para preguntarme por mi estado o para hablar de lo que sería el futuro, algo que personalmente no quería hacer.
Me parecía extraño que alguien que tuvo cuatro hijos me preguntara constantemente por mi estado, puesto que el embarazo no era nada de otro mundo.
Lo que, si era bastante llamativo, era el que directamente no podía salir afuera. En ningún momento, en ningún instante. Todas las puertas de la casa estaban bajo llave y aunque no lo estén, siempre había alguien cerca.
No podía entender si era por el miedo a que en cualquier momento se me ocurriera irme, o simplemente porque de verdad la política de la reserva no permitía extraños.
Hasta donde había podido averiguar, el lugar era extremadamente privado, casi nadie salía. Y se encargaban de cuidar animales habitantes del gran bosque que rodeaba toda la ciudad. La gran mayoría se conocían, lo había descubierto por Rosaly, quien, aunque fuera su primera vez trabajando aquí, ya era conocida.
Pronto se cumpliría un mes desde que estaba aquí y aunque no me acostumbro al lugar, me tratan bien y no me falta nada. Aunque eso no impide que Myriam me hable de su hijo.
Quien todavía no se dignó a contarle a su madre que "será padre" ni mucho menos. Pero Myriam no se quedó conforme y lo está vigilando, por lo que se, ya me ha buscado en casi la mitad del país.
—Dulce, saldré por unos minutos a comprar algunas cosas que necesito para el almuerzo—sus ojos no se apartan de mi—. Vendré lo más rápido posible, ¿Me esperas?
Le di una pequeña sonrisa asintiendo sin decir nada. Me sentía una verdadera niña sin permiso a nada.
A pesar de tener una casa muy grande, mucho más que la de su hijo. Myriam no tenía empleadas fijas, salvo dos o tres que venían a veces a limpiar.