34 | Parto

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Capitulo treinta y cuatro | Parto


—Vas muy bien—sentí el paño húmedo pasar por mi frente—. Ya no falta tanto, en cualquier momento todo pasara y estarás bien nuevamente. Solo es un momento.


Yo verdaderamente quise bufar, refunfuñar, o lo que sea que expresara mi claro desacuerdo a sus palabras. Porque la verdad después de casi tres horas escuchando las mismas palabras una y otra vez, ya no eran tan creíbles y reconfortantes como antes.


Aun con el fino vestido, que ya no se veía como un vestido, no podía evitar notar como cada vez mi cuerpo sudaba a cada pequeña fuerza o contracción que tenía.


Agradecía el hecho de que el idiota no se hubiera vuelto inservible, y al menos seria para hacerme mantener la conciencia y más que nada, cuerda.


Mi cuerpo ya había adoptado el dolor, aunque aún seguía incrementando y cada cinco minutos aproximadamente de mis labios salía algún que otro sonido de dolor, no estaba chillando.


En estas horas que estuve con Dalton, de mis labios no había salido palabra alguna, salvo la misma pregunta que me hacía, ¿Por qué aquí? ¿Por qué me hacía tenerlo aquí? ¿Qué problema tenia?


Dicha pregunta aun no era contestada, es más su silencio a cada vez que repetía la pregunta, cada vez se alargaba más.


En el lugar de satisfacerme en estos momentos, lo único que había oído eran sus historias de infancia, adolescencia y como se abuelo le había heredado estas propiedades.


Aclaremos que de todo lo que salía de sus labios, no obtenía respuesta alguna de mi parte. No era solo porque el simple hecho de hablar me hacía estremecer. Sino porque también no tenía momento, puesto que cada segundo estaba conteniéndome para simplemente o largarme a llorar como niña chiquita de dolor.


Hice esa cosa de películas de inhalar y exhalar profundamente a cada pequeña punzada que recorría mi cuerpo. Sabía que aún no era tiempo, que seguramente faltaba más, pero el dolor era tan insoportable y fuerte, que directamente ya no sentía mis caderas.


—Háblame de Demian—le pedí, cortando su aburrida historia de cómo viajaba de un lado a otro, viviendo con sus padres—. Nunca hablas de él.


Me había arriesgado, admitía una y mil veces eso, pero tener su mirada fija en mí, viéndome sufrir horrores el hecho de que ni siquiera tuvo consideración a mi petición de ir a un maldito hospital, era una gran ventaja a mi favor.


—Demian—dijo su nombre suavemente, mientras hacía miles ruegos, quería verme lo menos interesada posible—. Es mi hermano mayor, por un año. El primogénito de mi familia—lo mire aun cuando el tenía sus ojos lejos de mí—. Quien debería estar aquí—dejo un largo silencio, aun a pesar del dolor que sentía y que seguramente mis sentidos estén mal, podía ver la amargura en sus ojos—. Quien debería estar dirigiendo este lugar, viviendo en esta casa.


Su relato paro en el momento en que solté un quejido, esta había sido más fuerte que la última. Y verdaderamente el hecho de que mi cuerpo temblara cada vez más solo me hacía ver que el sufrir tanto, me estaba pasando factura. Cuando volvió a pasar el paño húmedo por mi rostro y comprobó que mi respiración volvía a ser tranquila, dejo de mirarme.

Tendremos un Bebe-LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora