Capitulo veinticuatro | Familia Price
Acaricie mi muñeca aun sintiendo el fuerte apretón de Dalton en ella mientras me arrastraba dentro de la casa, aun así, mis ojos no podían dejar de ver a través del vidrio que daba al bosque, ninguno había aparecido, nadie venia.
¿Acaso lo había imaginado?
No sé cuánto tiempo estuve viendo por los grandes ventanales antes de que me girara y unos ojos fríos me captaron enseguida, Dalton estaba igual que la última vez que lo había visto. Pero aun así no era tan idiota para no notar sus sombras oscuras debajo de sus ojos, o el aspecto desaliñado que traía.
—Has crecido mucho más que la última vez—sus ojos no me miraban exactamente a mí, sino más bien a mi abultado vientre.
—Cómo debía ser—solté la primera respuesta que pude dar.
No podía descifrar si el silencio que recibí en respuesta fue lo mejor, o algo que le puso mucho más suspenso a la situación del que debía. Seguí a Dalton cuando camino dentro de la casa manteniendo las distancias.
Cundo lo encontré sentado en la sala mirando algún lado de la habitación me apoyé contra el marco de entrada sin poder dejar de verlo. Había algo en él.
¿Pero que podía ser?
Él era el hombre que me había hecho correr. Quien me había secuestrado llevándome lejos de mi hogar. Quien no había tenido ningún remordimiento en decirme que me alejaría de mi hijo.
¿Qué clase de persona era, Dalton Price?
—¿Cómo supiste que estaba aquí? —quería saber la verdad, si al final iba a terminar así, quería saberlo.
—Sinceramente, lo último que quiero hacer es hablar contigo, Dulce—se cubrió los ojos con su brazo recostándose en el sofá.
—No es como si yo quisiera hacerlo—sonreí sin ganas, podía sentir el temblor de mis piernas—. Pero al menos podrías darme eso, respuestas.
—¿Darte respuestas? —se paró mirándome—. ¿Qué me diste vos a cambio? —avanzo a mí—. Preocupación. Martirio. Suplicio. Una joven embarazada andaba por ahí, sin protección, sin tener en cuenta el riesgo que corría.
—Nunca estuve en un verdadero peligro, salvo cuando estuve contigo—reclame.
—No tienes idea—la mirada que me dio me dejo muda—. No hay muchas cosas que tu propia familia pueda ocultar, aun menos si son tan descuidados.
—No...
—Basta Dulce—su voz fue baja y firme, pero aun así un estremecimiento me recorrió y la idea de responderle simplemente no surgió, mi mente solo no quiso hacerlo—. Sera mejor que vayas y te acuestes, faltara mucho para que vuelan los demás.