Capitulo treinta y ocho | Bosque
—¿Estás diciéndome que no puedo quedarme, luego de explicarme que mi hijo podría morir de tristeza si no me siente, que...
—Dulce—deje de hablar cuando me tomo de mis hombros, no pude evitar mirarlo fijo—. Solo te aclaro que, en algún futuro, cuando Dean ya sea capaz de correr, hablar y jugar. Tendré la obligación de buscarme una mujer para mí. Y eso sería vivir juntos en mi casa, junto a mi hijo.
—Sin mí—agregue—. No dejaras que mi hijo deje tu casa—negó soltándome—. Entonces no lo hagas—me encogí de hombros—. No te busques una esposa Dalton. Tú me prometiste que podría criar a mi hijo contigo...
—Para eso falta...
—No—lo irrumpí—. No me importa si faltan diez o más años, no aceptare que me apartes de mi hijo. Así que ve buscando una buena excusa, porque fue tu promesa.
—Dulce—me enojo que me dedicara una sonrisa—. Por más que quiera complacerte y cumplir mi palabra. Tener una esposa, es muy beneficioso para mi manada. Las mujeres aquí son muy agiles trabajando con lo que es la comunidad que nos protege. Actualmente dicho trabajo es supervisado por mi madre, pero el día que ella deje de hacerlo, tendré que buscarle un remplazo.
Estuve a punto de responderle cuando ambos escuchamos el aullido de un lobo proveniente de la oscuridad del bosque. Casi al instante desde donde estábamos pudimos ver una gran fogata siendo prendida.
—Vamos.
No podía salir de mi propio asombro al pensar nuevamente lo que estaba por decir, dios en cualquier momento me llamaría loca a mí misma. No Dulce, no puedes jugar con algo tan delicado como en matrimonio.
Definitivamente no.
Seguí a Dalton notando en mis propios pasos el cambio que se sentía al pisar dentro del terreno del bosque. Mis pies pisaban sobre tierra húmeda, hojas secas y ramas.
Me relaje un poco cuando sentí los dedos de Dalton entrelazarse con los míos, camine con más confianza. Puesto que lo último que deseaba era caerme con mi bebe en brazos.
Cuando llegamos a la fogata, pude notar que era enorme, casi era de mi altura, definitivamente no se apagaría hasta el amanecer.
—Creí que era aquí—murmuré viendo el vacío del lugar.
—No—lo mire negar—. Aún falta un poco para llegar. Debemos adentrarnos a lo más profundo del bosque—asentí mirando nuevamente el fuego—. Esas son por ti, como había posibilidades de que vinieras, esta era la mejor forma para que no te caigas o pierdas. Si seguimos el camino encontraremos mas.
Un sentimiento de asombro y sorpresa me recorrió por completo. Era un bonito detalle para alguien que básicamente ni siquiera pertenecía a su especie o manada.