Capitulo cuarenta | Destinos
Era un alivio, extraño. Lo sentía, una pequeña reacción recorría mi cuerpo cada vez que lo tenía cerca. Intruso, podría ser la palabra correcta que describiera como lo sentía.
—Deja de hacer esto—mi voz sonó más suave de lo que quería, pero el empuje que mis manos daban a su pecho fue directo.
No lo mire, la verdad era que me sentía estúpida diciendo eso, cuando segundos antes tenía su nariz rosando mi mejilla, es más básicamente respirábamos el mismo aire, así que no podría culparlo solamente a él.
Daba miedo, era un miedo intencional que yo misma buscaba, pero que debía sentir. Puesto que todo esto me invadía rápido y directo, sin dejarme asimilarlo.
—No puedo—trague en seco escuchando la sinceridad con la que hablaba, él no podía decir eso.
—Dalton—por un momento quede en silencio asimilando la mirada que había en sus ojos—. Esto no está bien, no necesitamos esta complicación—respire profundo—. No quiero tener más problemas con todo esto—estuve a un paso de volver a hablar cuando sentí su mano rosar la mía.
Si había algo que verdaderamente agradecía, era que Dalton no era de esos hombres que insistían ante una negación. El respetaba directamente un simple No, y se retiraba de la situación.
Cuando lo vi abandonar la cocina, fui verdaderamente consiente del calor que recorría mis venas y del estremecimiento que me hacia tenerlo cerca, como tambien del sentimiento de vacio que me rodeaba.
Tres semanas fue el tiempo suficiente que necesite para saber que debía alejarme de Dalton, había algo que invadía mi cuerpo cada vez que lo tenía cerca, mi mente susurraba pensamientos que nunca antes había podría llegar a imaginar y no me gustaba.
Sabía que él era quien había causado todo esto, era plenamente cociente que todo había comenzado aquel día.
Aun podía sentir la calidez de sus labios, el temblor que había sentido mientras sus brazos me habían apresado contra su cuerpo. La gran satisfacción que invadió cada poro de mi cuerpo y el deseo que había nublado cada neurona en mi cabeza.
Aterraba.
No era ninguna virgen pura, había recibido muchos besos, algunos hasta me habían hecho soñar con amor, otros simplemente me habían resultado calientes.
Pero Dalton, Dalton había reducido todo eso a nada.
Si bien podría entender eso, nada de lo que haba resultado me cuadraba.
Desde entonces no había dejado de sentir sus ojos persiguiéndome en cada paso que daba. Lo escuchaba acercarse y simplemente quedarse muy cerca mío. Cada roce buscado no me desagradaba, pero era extraño. Había sentido realmente cada uno de sus toques, sus abrazos y su cercanía.