Capitulo quince | Plan B
— ¿Puedes volver a dictarme los números? —le sonreí a la mujer que el día de hoy me acompañaba sentada muy cerca de mí, tanto que podía ver todo lo que hacía en la computadora.
Quise regir ante la pequeña vena que se le estaba marcando en la frente, puesto que era la decimotercera vez que le pedía que me dictara el número de la tarjeta de crédito que Dalton me había cedido para comprar todo lo que quisiera.
Hacia una semana había empezado con esto y cada día tenía una compañía diferente, la primera vez Dalton me lo había mencionado; las mujeres se quejaban de lo mandona e insoportable que era.
Como me había reído de eso dándole a entender que era cierto no me había vuelto a decir nada. Aunque claro las mujeres aquí me odiaban, y odiaban tener que vigilarme.
Aunque era toda una fachada, tenía que hace que todas ellas se alejaran mucho de mí, tenía que lograr que solo me vean de lejos, que me eviten y esta era la primera de mucha ideas que se me había ocurrido.
Dalton lo había dicho, era una niña mimada, crecida en cuna de oro.
Pues así me comportaría hasta el cansancio o hasta que consiga lo que llevaba horas de sueños planeado hacer, pero esta vez no me iba a arriesgar a salir sola.
No esta vez buscaría un lugar seguro.
Murmure un suave "gracias" cuando termino de darme todos los datos y yo apreté en comprar. Una mínima satisfacción que me daba un poco de consuelo eran todos los ceros que hacia desaparecer día a día de la tarjeta de crédito.
Y el hecho de que había durado más de una semana, aun cuando había comprado hasta el cansancio y había buscad los precios más elevados, me hacía saber que le hombre tenía dinero, mucho dinero.
Como aun no tenía certeza y tampoco quería saber que era, todo lo compraba en tonos unisex, no diré que era de esas madres que dicen que quieren que sea sorpresa.
Porque no era eso lo que buscaba, para mí siempre seria él bebe, y tampoco me quería poner a pensar en que si era un niño, el en un futuro querría una figura paterna. Y si era una niña, yo posiblemente fracasaría como madre, porque en todos los años que tenía encima fui un asco de mujer, en sentido de que nunca fui una de esas chicas que solo se interesaban en sus estudios o en sus amigas. Y también ese era un miedo, ver como mi hija posiblemente sea como yo fui.
No.
—La cena está servida—levante mis ojos de la pantalla y vi a Lais inspeccionar toda la habitación, antes de retirarse en silencio.
Ella no haba vuelto a acercarse a mí, ni siquiera a dirigirme la pablara. Lo entendía, claramente yo era a razón por la cual ahora Dalton parecía no quererla cerca.