Seven

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A Loren le empezaba a gustar la cafetería en la que pasaría la mayoría de las tardes. Esa que estaba frente a un restaurante tailandés. Aunque el hombre que atendía en la barra seguía guiñándole un ojo cada dos minutos, era un sitio tranquilo.

En aquel momento, después del ridículo numerito que montó a la hora de comer delante de Peter, lo que más necesitaba era un café y un buen libro.

Sacó de su mochila La Isla del Tesoro, su libro favorito, y comenzó a leer. Pero, ni siquiera lograba concentrarse. Seguía teniendo en mente lo que le había dicho al chico.

Sí, nunca expresaba sus emociones. Nunca se abría a los demás ni dejaba que echaran un vistazo en su interior. Principalmente porque nadie entendería lo que le estaba pasando pero, también porque, aunque lo entendieran, no podrían ayudarla.

Y cuando Peter la vio llorando, se temió lo peor. Sabía que no lo olvidaría. Aunque ella se lo hubiese pedido, no lo haría. Algo así es difícil de olvidar, incluso esforzándose mucho. No es normal ver a alguien reírse y romper a llorar segundos después.

Pero tampoco podía explicárselo. No podía contar con nadie. Ni siquiera con ese hombre que se hacía llamar Spider-Man.

Cuando aún faltaban dos horas para que anocheciera, Loren salió de la cafetería aún sumida en sus pensamientos. Como sus padres habían ordenado, debía llegar antes de lo normal para preparar la cena que ellos habían pedido.

A la chica no le molestaba tener que cocinar para sus padres todas las noches, lo que no le gustaba era lo que sus padres le harían si ella no obedecía. Así que se apresuró y caminó hasta su casa sin detenerse ni un momento.

***

Spider-Man observaba la ciudad a sus pies. Con las piernas colgando de la azotea de su edificio, no podía dejar de pensar en Loren. Cuando la había visto llorando en la cafetería del instituto, su mundo se vino abajo. Sí era verdad que seguía sintiéndose feliz aunque la viera llorar, por alguna extraña razón, pero estaba muy preocupado por ella. Sobre todo, sabiendo lo que había pasado aquella noche después del ataque del hombre de los dientes amarillos. Sonrió levemente al recordar el apodo de su agresor, pero esa sonrisa no duró mucho.

Decir que estaba preocupado era decir poco. Se moría por saber lo que le ocurría, por ayudarla en lo que pudiese, por abrazarla y volver a consolarla como esa noche.

Y, de nuevo, las mismas preguntas de siempre bombardeaban su cabeza una y otra vez. ¿Por qué se sentía feliz cuando ella estaba cerca? ¿Y por qué se preocupaba tanto por ella si casi no la conocía? ¿Qué tenía Loren Fleming que tanto le atraía? Definitivamente tenía algo, y Peter Parker no iba a rendirse hasta saber lo que era.

Esa misma noche, después de patrullar las calles con sus redes, aterrizó en una azotea en particular. Desde donde se encontraba, podía ver la entrada de la casa de Loren. No la de la dirección falsa que ella le había dado, sino la de la casa a la que Loren había corrido cuando Spider-Man y ella se despidieron la noche del ataque en el callejón.

Vio luces encendidas, pero no oyó voces. Era tarde, así que Peter supuso que ella y sus padres ya estarían durmiendo.

No pensaba acercarse, pero vio algo que le hizo cambiar de opinión. Se encendió una tenue luz en la ventana de la segunda planta. No iluminaba mucho, pero Spider-Man pudo ver desde el exterior la silueta que se movía cerca de la ventana.

Era una chica. Apartó las cortinas y se arrodilló en el suelo, sin apartar los ojos del oscuro cielo de Queens.

Peter supo que era Loren. No podía ver su rostro, pero sabía que era ella. Porque desde el primer instante en el que la vio asomarse a la ventana, volvió a sentir esa extraña felicidad que le inundaba cada vez que la veía.

Euforia - Peter Parker [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora