Fifty-six

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Loren vio a Ariel volver desde la cocina con una expresión confusa en el rostro. ¿Qué había pasado? ¿Por qué la madre de Ariel actuaba de esa manera? ¿Es que no se acordaba de ella?

No era eso. Probablemente se sentía asqueada al tenerla en su casa. Ella era repugnante y por eso había reaccionado así. Seguro que era eso. Si lo pensaba, Loren podría poner muchos argumentos que apoyaban esa hipótesis. Esa señora la despreciaba y tenía que empezar a aceptarlo.

Ariel llegó hasta ella y se detuvo a su lado, sin siquiera atreverse a mirarla a los ojos.

- No hace falta que digas nada. Imagino que no soy bienvenida –Loren cogió su abrigo y su bufanda y la miró-. Gracias por invitarme de todas maneras –dijo intentando disimular las lágrimas que quería derramar.

- Oye... Lo que le has oído decir... No sabe lo que dice –Ariel tenía la voz entre cortada. Parecía que se iba a echar a llorar.

- No he oído nada –admitió ella dándose cuenta de que, teniendo en cuenta lo que acababa de decirle, Ariel y su madre habrían hablado barbaridades sobre ella-. No te preocupes, ya nos veremos.

- Loren... N-no, espera –Ariel agarró su muñeca justo cuando Loren se daba la vuelta para irse de su casa-. T-te veo mañana, ¿de acuerdo? Te explicaré lo que ha pasado.

- No hace falta que me des explicaciones. Entiendo lo que ocurre.

- N-no, Loren. Ni siquiera yo lo entiendo. Déjame hablar con ella y mañana te lo explicaré todo. ¿Vale?

- Vale –contestó desganada.

- Prométemelo.

- ¿Prometerte qué?

- Que hablaremos mañana.

- Yo no tengo ningún problema con eso.

- Yo tampoco, Loren. Todo sigue estando igual –la tranquilizó Ariel-. Pero hoy necesito hablar con mi madre.

- Claro –dijo-. Te veo mañana –se despidió con un leve movimiento de su cabeza y salió de la casa de Ariel.

En cuanto hubo caminado al menos una manzana, se apoyó en la primera superficie dura que encontró, una farola, y se desplomó. Había luchado contra las lágrimas desde que vio la reacción de la madre de su amiga al verla.

¿Tan repugnante era? ¿Tanto le despreciaba?

En otra ocasión, hacía meses, habría vuelto a su casa y se habría encerrado en su habitación para llorar en silencio sin que nadie la molestara. Pero tenía la sensación de que, en esta ocasión, la soledad no iba ser de ayuda.

Ignoró a todas las personas que pasaban a su lado y que se habían quedado mirándola, cogió su teléfono y marcó el número de Peter tan rápido como sus dedos le permitieron. Esperó unos segundos y oyó su voz al otro lado de la línea.

- Hola, Loren. Estaba pensando en ti. ¿Cómo te va con Ariel? –dijo emocionado.

Su voz sonaba tan ingenua e inocente...

- Peter... -sollozó-. Te necesito.

Loren pudo notar, incluso sin verle, que toda la emoción que tenía Peter al empezar la llamada acababa de desaparecer.

- Dime dónde estás –ordenó con la voz ronca.

- Es... toy en... A una manzana de la casa de Ariel.

- Rastrearé tu teléfono. Estaré ahí en dos minutos.

- Es... imposible que llegues en solo dos minutos, incluso sabiendo dónde estoy.

Euforia - Peter Parker [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora