Fifty-one

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- ¡Eh! ¡Oye, rarito! ¡Espera! –gritaba la pelirroja corriendo detrás de Peter.

Él intentaba no ignorarla, pero, de verdad, no tenía ganas de hablar con nadie. Solo quería ver a Loren.

- ¡Oye! ¿Estás sordo? –bufó Ariel.

Peter se detuvo de golpe y se giró hacia ella desganado. La pelirroja llegó trotando hasta él, sorteando a todos los estudiantes, con una mirada fulminante.

- ¿Qué más necesitas? Te he dicho que Loren no vendrá hoy.

- No puedes simplemente decirme que me conoces y dar media vuelta como si nada.

- También te lo he dicho. Loren me ha hablado de ti. Incluso me ha enseñado fotos. Por eso te he reconocido. Se alegrará de saber que estás aquí –dijo sin mirarla. Empezaba a encontrarse un poco mal.

- ¿Por qué no vendrá hoy? ¿Está bien? –insistió ella.

Qué insistente es, pensó Peter rodando los ojos.

- Está enferma –esa era la razón oficial, la que explicaba a todo el que preguntara.

- Pero, hablé con ella por teléfono hace dos noches –seguía Ariel-. No parecía enferma.

- Pues ahora lo está.

- Es más, parecía triste –dijo alzando una ceja- No será por algo que tú le hayas hecho, ¿verdad? Porque si es así... Si le has hecho daño, renacuajo, te juro que te parto el alma.

¿Pero quién se creía que era? Ella no entendía nada de esto, no sabía nada de la historia que compartían Loren y él. ¿Cómo se atrevía?

- Oye, puede que yo te conozca y que ella me haya dicho maravillas de ti –dijo Peter molesto-. Pero eso no quita el hecho de que tú no me conoces a mí, por lo tanto, no tienes ningún derecho a hablarme así. Si no sabes de lo que estás hablando, mejor no hables –soltó-. Ya tenemos bastantes abusones en este instituto, no necesitamos más –le dijo mirándola de reojo mientras se marchaba a su clase.

Ariel se quedó boquiabierta mientras veía como aquel chico misterioso y decaído al que había insultado se marchaba con los hombros encogidos y ese libro enorme enterrado en su pecho.

Quizás se había pasado un poco.

***

Loren removía despacio los arándanos de las tortitas que alguien le había preparado, por orden del señor Strak. Estaban secas, y había partes de la masa en las que podías encontrar grumos de harina.

- ¿Tengo que comérmelo? –le preguntó a la pelirroja que estaba sentada frente a ella.

- Bueno, no. Aquí no tienes ninguna obligación. Recuerda que has venido por tu propia voluntad –sonrió ella.

Estar desayunando tortitas crudas con la Viuda Negra era algo que nunca imaginaría que haría. En otra ocasión, no habría podido contener sus emociones. Pero, ahora tenía otras cosas en mente.

- Pero, es que están crudas.

- Oh, lo siento –dijo Natasha con una expresión totalmente neutra-. Es que el cocinero es nuevo –soltó confundiendo a Loren, quien no entendía si lo decía de verdad o irónicamente-. Vamos a entrenar, si ya has acabado.

- De... acuerdo. ¿Dónde dejo todo esto? –preguntó levantándose para a continuación recoger su desayuno.

- Olvídate de eso, alguien lo recogerá en unos minutos. Tú solo sígueme.

Euforia - Peter Parker [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora