Eight

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Llovía de nuevo. Las gotas de la lluvia empapaban las coletas rubias de Loren, pero ella no se daba cuenta. Estaba tan sumida en sus propios pensamientos que ni siquiera sabía por dónde estaba caminando. El camino de casa a la estación de tren lo hacía casi de manera automática.

La pobre chica no podía parar de pensar en la noche anterior. Spider-Man había aparecido en su ventana sin hacer ningún ruido, la había consolado mientras lloraba, había intentado entender lo que le estaba pasando, y le había dicho algo que la dejó paralizada.

"Estaré contigo y te mantendré a salvo hasta que la tormenta pase".

Qué demonios.

Por un lado, Loren admiraba a Spider-Man. No solo por lo muchísimo que la había ayudado, sino también por su mentalidad. Porque quería salvar a todo el mundo. Porque era un incomprendido como ella. Porque estuvo junto a ella consolándola en lugar de patrullar las calles en busca de alguien a quien ayudar. Por todas las cosas que le había dicho y que Loren nunca había escuchado antes. Se sentía enormemente agradecida de haberse mudado a esta ciudad.

Por otro lado, era todo tan repentino que parecía no ser real. Tenía la impresión de que estaba teniendo un sueño maravilloso, en el que por fin alguien le prestaba atención y se preocupaba por ella. Un lugar donde sus padres no la maltrataban ni la humillaban. Un lugar donde un superhéroe aparecía para salvarla.

Porque le resultaba reamente difícil creer que Spider-Man existía. Podía ser simplemente su mente, que jugaba con ella a un nivel más alto de lo normal. A lo mejor el hombre araña solo existía en su cabeza. A lo mejor no estuvo ayer en su habitación consolándola. Y a lo mejor lo que ocurrió en el callejón con el hombre de los dientes amarillos tampoco era real.

Se estaba volviendo loca.

Cuando se dio cuenta, y sin saber muy bien cómo, ya había llegado a la parada del tren. Se colocó mejor la capucha de su sudadera roja y esperó impacientemente a que llegara. Lo único que quería hacer en ese momento era ver a Peter y disculparse con él.

Así que, en cuanto entró en el tren minutos después y lo encontró con sus auriculares puestos, se dirigió hacia él y llamó su atención.

- P-Peter... -murmuró tocándole un hombro.

- Oh, Loren. Lo s-siento, no te había visto.

- N-no. Yo lo s-siento. A-ayer no te t-traté n-nada bien. M-me ma-marché y... t-te dejé a-allí s-solo y... lo q-que te d-dije, y-yo... lo s-siento mucho.

Peter sabía exactamente de lo que hablaba. Y, a pesar de la repentina felicidad que sentía desde hacía unos días cuando estaba cerca de ella, se sentía mal al verla tan nerviosa.

- Loren, tranquila. No pasa nada. Todo está bien. Es solo que... me preocupé –dijo él girándose completamente hacia ella, subiendo la mano para apoyarse en una de las barras del techo. Al hacerlo, Loren pudo distinguir cómo se le marcaban ligeramente los músculos del brazo debajo de la ropa.

- P-pero... n-no estuvo b-bien. Y t-te hice p-prometer q-que lo olv-olvidarías y yo... lo s-siento. D-de verdad.

- Loren –Peter puso su otra mano en su hombro para calmarla un poco-, no hay nada que perdonar. Escucha... no puedo olvidar lo que vi, pero puedo prometerte que no se lo contaré a nadie. ¿Qué te parece eso? –sonrió.

- ¿D-de verdad... ha-harías eso? –ella lo miró con los ojos brillantes.

- Por supuesto. No tengo ningún derecho a decirlo –volvió a sonreír.

Euforia - Peter Parker [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora