Four

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Peter Parker se colocó los auriculares en las orejas, intentando no respirar por la nariz. De hacerlo, tendría que ser trasladado a un hospital con urgencia para que le limpiaran las vías aéreas. No entendía cómo podía oler tan mal en ese tren. Sí, había mucha gente y el calor se concentraba dentro de los vagones. Pero, ¿es que nadie se duchaba por las mañanas?

Pero no solo el pestilente olor del tren era lo que le hacía sentir extraño. No podía dejar de pensar en Loren. 

Era algo raro, porque la única chica que alguna vez le había quitado el sueño era Liz Allan. La increíble y maravillosa Liz Allan. No podía evitar sonreír al pensar en ella. Sin embargo, no podía dejar de pensar en la chica de las coletas rubias.

Recordaba lo angustiada que estaba la noche anterior, sus llantos, sus tartamudeos, y lo que le había explicado brevemente sobre sus emociones. Pensaba en cómo había intentado consolarla durante el ataque de ansiedad. Para él todo esto era algo completamente nuevo. Pensaba en lo rápido que latía su corazón. Pero sobre todo, pensaba en los insultos que le soltaba el hombre de los dientes amarillos, como ella lo había llamado. Loren no era nada de todo eso que el hombre le gritaba.

¿Loren no era nada de eso? ¿Cómo podía saber él si lo era o no lo era? La había conocido hacía solo un día. No creía que lo fuera, pero no podía estar seguro de ello, no sabía prácticamente nada de ella. Y, sin embargo, había algo en su interior que luchaba por volver a verla. Por volver a sentir esa felicidad que había sentido ayer en el tren, en clase, y por la noche siendo Spider-Man.

Ni siquiera sabía si esa felicidad repentina que sentía tenía algo que ver con ella, pero lo que definitivamente sabía era que quería volver a verla.

Y segundos después, como si alguien hubiera oído su deseo, la chica entró en el tren cuando las compuertas se abrieron.

Loren buscó con la mirada un lugar donde sentarse, sin éxito. Cuando lo hizo, sus ojos se encontraron con los de ese chico de su instituto, Peter Parker. Él la miraba con una media sonrisa, algo que la hizo sentir un poco incómoda. Ella le devolvió lo que también parecía una sonrisa, aunque solo era una mueca extraña.

A Loren le dolía el estómago. No porque tuviera hambre o porque hubiera comido mucho, sino por la patada que su padre le había dado la noche anterior, justo después de su encuentro con el hombre araña. Además, había pasado la noche en un congelador de un metro de longitud. Sus articulaciones estaban entumecidas por estar encogida tantas horas. Pero, gracias a los ángeles, su padre había cumplido lo que había dicho y la sacó de ese infierno en cuanto amaneció. Incluso le dio tiempo de ducharse y comer algo, aunque no probó bocado. No había nada que pudiera entrar en su estómago en aquel momento.

Una mano tocó delicadamente su brazo, que estaba cubierto por su enorme sudadera gris. Levantó la vista y volvió a encontrarse con ese tal Peter. Parecía estar extrañamente eufórico.

- P-perdona que te moleste. Es que... n-no tienes buena cara. ¿Estás... bien? –preguntó él retirando la mano de su brazo con miedo a que rechazara el contacto.

<<Mierda. Tranquilízate, Loren. Él no sabe nada. No tienes que darle explicaciones. No puede saberlo>>.

- Eh... S-sí. Es s-solo que... estoy n-nerviosa. Ya... ya sabes. No q-quiero volver a... perderme de c-camino al... instituto.

Loren se sorprendió tanto de haber formado una frase tan larga delante de un chico y de decenas de personas más a su alrededor, que por un momento abrió mucho los ojos. Aunque, teniendo en cuenta la explicación que le había dado la noche anterior a Spider-Man sobre sus ataques de ansiedad, esta era la segunda frase más larga que le decía a un chico. Suponiendo que el hombre del lanzatelarañas fuera un hombre.

Euforia - Peter Parker [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora