Twelve

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Aquel fin de semana había sido de los más largos que Loren había tenido.

Su padre la sacó al día siguiente del congelador, como cada vez que la encerraba por las noches. Loren se encargó de esconder su móvil, que se había quedado con ella en el congelador toda la noche, y se aseguró de que su padre no lo encontrara para evitar sufrir de nuevo. Pero, aunque Bill Fleming hubiera sabido que su hija había estado hablando por teléfono aquella noche tras pegarle una paliza, no se habría molestado en regañarle o pegarle de nuevo. Aquella mañana actuaba de manera diferente, y eso mantuvo a Loren asustada la mayor parte del día.

Tanto él como su madre actuaban de manera diferente. Había tensión entre ellos. Parecía que habían discutido. Loren pensó al principio que quizás la causa de esa posible discusión que habían tenido había sido por algo que ella había dicho o hecho. Quizás, la noche anterior, cuando no se quejó por los golpes de su padre, había cometido un error. Puede que su padre hubiera hablado con su madre mientras ella estaba en el congelador. Puede que se hubieran enfadado aún más con ella.

Y, aunque siempre había pensado que todo era culpa suya, esta vez sabía que no había hecho nada malo. Si sus padres estaban así por ella, entonces era su problema. Y eran ellos quienes debían solucionarlo. No ella.

Decidida a no sentirse muy afectada por esa situación de tensión en casa, Loren pasó todo el sábado en su cuarto. Sabiendo que existía la posibilidad de que volviera a mudarse pronto, normalmente no pensaba en hacer deberes para el instituto o en estudiar. Excepto con Ariel. Con ella todo se había convertido en una competición amistosa.

Aunque otras veces le divertía estudiar. No le resultaba difícil. Loren era inteligente, pero no valoraba esa cualidad como realmente debería. Simplemente entendía que no necesitaba estudiar tanto o estar horas y horas frente a un libro para entender un concepto, lo cual agradecía bastante.

El domingo, mientras repasaba los deberes que había hecho el día anterior, su mente no dejaba de pensar en cosas que no tenían que ver con lo que estaba haciendo. Pensó en sus padres, en esa noche en el congelador, en lo que había dicho Ariel sobre que volvería a mudarse pronto; pensó también en Spider-Man, en si lo volvería a ver... Pero, sobre todo, pensó en Peter Parker.

En el fondo temía que el inicio de su amistad con él se rompiera. Peter no parecía la clase de persona que se enfada por lo más mínimo, pero Loren siempre había sido insegura; así que consideraba que era más que normal que dudara de esa relación. Más aún sabiendo que volvería a mudarse pronto. Lo más probable era que le quedaran solo tres semanas en Queens. Quizá un mes, como mucho. Y el simple hecho de pensar en no volver a encontrar nunca a una persona que se preocupara por ella tanto como Peter lo hacía, le daba ganas de llorar. No quería ni pensar en volver a quedarse sola. No creía poder soportarlo.

Apartando todos esos pensamientos de su mente, se levantó de su escritorio y comenzó a pasear por su habitación. Se llevó las manos a sus coletas rubias, ansiosa por no saber qué ocurriría en el futuro. Ansiosa por no saber qué podría pensar Peter si supiera que podría mudarse pronto. Ansiosa por no saber si volvería a ver a Spider-Man.

Loren tenía un don: el de preocuparse por cosas que aún no habían sucedido.

Empezaba a oscurecer. El cielo se había vuelto gris y el sol ya se había puesto. Loren sabía lo que eso significaba.

Abrió la puerta de su habitación y bajó las escaleras rápidamente. Sus pies apenas tocaban los escalones de lo rápido que los bajaba. Cuando llegó al comedor donde estaban sus padres, padres estaban, se detuvo de golpe un poco asustada. Debido a ese frenazo, tropezó y cayó al suelo.

Euforia - Peter Parker [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora