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Es veinticinco a la tarde cuando estamos en la casa de los papás de Gastón. ¿Nosotros algún día nos cansamos de estar juntos? La respuesta es no.

–¡Juli! Yo me acordé de vos y te traje un conjunto Adidas —miro al hermano de mi novio.

–Alguien que se acuerda de mí en ésta casa —me abraza—. Siempre te quise.

–Mañana te lo traigo.

–No se lo des a Gastón que seguro se lo queda el flaco pelotudo —habla Lucía.

–Callate nena —la mira mal y se da vuelta a mirarme—. Gorda, ¿Vos cuando te vas de vacaciones?

–Primero a la noche.

–Vos a La Costa y yo a Brasil, tomá —me guiña un ojo.

–Vos en Lanús y yo en la Selección, tomá —le devuelvo el gesto.

–Te cerró el orto —habla Juli mientras jugamos a las cartas.

–Nancy y mi mamá van estar con nosotros cuando estemos en Mardel.

–Sisi ya.

–En serio nene —lo miro.

–¿Quién te dijo?

–Ella boludo, pregúntale.

–¡Mamá! ¿Vos vas a Mar del Plata la segunda de enero? —grita.

–¡Si!

–Ay no, la pesadilla me persigue —se tapa la cara.

–¿Con quién vas a Brasil vos? —llega Nancy.

–Toto, Santi... los de siempre.

–Me imagino que chicas no —ella lo mira.

–Quiero suponer —la miro y ambas miramos a Gastón.

–Obviamente si —dice.

Estoy preparada para cortar en este preciso momento y que nuestra relación quede en cinco años clavados.

–No mentira, solo nosotros —rie.

–Hay que tenerlo cortito y controlarlo de vez en cuando aparece con cinco minas a su lado y tres cerca de su radar —habla Nancy y coincido totalmente.

–La verdad —asiento.

–¿Vos pasas Año nuevo con ellos?

–Obviamente no —niego con la cabeza.

–Después me andas extrañando nena.

–Vos me vas a extrañar a mi, porque no va haber nadie al que te haga caso a todos tus caprichitos —lo miro.

–Sameeeee –dice Lu.

–Encima cuando se junta con los demás se potencian ¿Vieron? Me la hacen imposible.

–Si somos re buenos con vos —Gastón se sienta a mi lado.

–Mentira, la re joden —acota Julián.

–Gracias corazón —le sonrío y Gastón apoya su cabeza en mi hombro—. ¿Qué querés? Porque soltaste la play y cuando eso pasa algo me vas a pedir.

–Nada...

–Te conozco —lo miro.

–¿Pedimos algo del Club de la milanesa? —me mira para luego sonreírme.

–¿Será posible? Todo el día pensando en comer nene —Nancy lo mira mientras se sienta en la mesa.

–Él no entiende que no puede ir a comer demasiado a esos lugares que se tiene que cuidar... no vas a pedir nada.

–¿Por qué? —me mira alzando los brazos.

–Boe, pedí y volvé a la pretemporada gordo.

–Te van a usar de pelota —su hermano lo mira riendo.

–Callate enano pelotudo —le tira papas fritas—. Ahora no pido nada, pero me vas a cocinar vos.

–¿Sos consciente de que si no tenes a ésta chica vos no vivís? Va y te ordena la casa, lava el quilombo que tenés de ropa, te cocina, es tu despertador —Nancy lo mira—. Por más no te baña y te hace dormir.

–Si el pajero le dice haceme mimos así me duermo —habla Lucía—, así que prácticamente lo hace dormir.

–¿A vos te parece? —mira a Gastón con cara de indignada.

–Es que él es como un bebé —ambas reímos—. Vos tenés que hacerle prácticamente todo porque si no él no lo va hacer.

–Vos lo acostumbraste así.

¿Perdón? Bueno si, puede ser.

–Cuando vivía acá hacia todo solito, llegabas vos y era mano de manteca... no hacía nada solo.

–Tampoco que la obligo, mamá —Gastón lo mira.

–Lo hace porque sabe que si no lo hace ella vos no vivís querido.

–Un abusador de la buena voluntad que tienen los demás.

–¿Viste todos los casos de violadores de Lanús? —Nancy me mira cambiando de tema.

–Un montón de pibes que me cruzo están manchados —la miro.

–Y los que faltan —habla Lucía.

–¿Sabes la cantidad de pibes que sabemos que golpearon o violaron? Ni te imaginas, mamá —Gastón la mira—. Deben estar re cagados porque tarde o temprano van hablar.

–Lo peor es que ayer se te acercaban y te hablaban, se la dan de amigos y es cualquiera —hablo.

No es no, no entiendo en qué cabeza cabe seguir después de eso —habla ella—. Hermano, pensa en que lo mismo le puede pasar a tu mamá, a tu hermana, novia, hija y andate... pensa directamente en el momento de mierda que le estas haciendo pasar a la pobre piba.

–Y no es la ropa, el pedo que tengas, la hora ni nada —habla Lu—, el problema son los pibes.

–¿Cuantas veces te pusiste en pedo y con Gastón no pasó nada que vos no quieras? Miles seguro —habla mi suegra—. No es el pedo ni nada, es el violador.

–Gastón quiebra antes mamá igual, pero es verdad —habla Juli.

–Se me reían cuando les decía que les iba a volver, ahora están con los huevos en la garganta rezando que no hablen mientras yo me río.

prohibida ↪ Pedro de la VegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora