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12/06/2019

Me levanto por voces fuera de mi habitación y agarro el teléfono, falta como media hora para que la alarma suene boe gracias por despertarme antes.

Encima están hablando de mi, me aman.

–Pero no se qué le dijo pero tampoco quiero preguntar —habla mi mamá.

–¿Lo extraña? —y esa es Lorena.

–Ella dice que no y actúa como si no le faltará nada... pero la conozco y sé cuándo no está bien y extraña.

–¿Gato o Pedro?

–A Gastón lo va querer siempre porque pasaron cinco años juntos, ahora se llevan bien... pero yo no noto que extrañe la relación con él.

Tiene razón.

–En cambio para ella Pedro es Pedro y no lo cambia por nada... desde ese día si cambió y si noto que lo extraña.

–De verdad... no entiendo porque la dejo en su peor momento.

–Porque él creía que él alejándose Agustina iba a volver a jugar, con la capitanía y demás —habla mi mamá—. Pero desde el día uno que empezó todo ésto a ese chabón lo único que le importa es Agustina y verla allá abajo a ella... lo hizo con Toto y se dió cuenta que no valía la pena, ahora lo único que quiere es que Agustina no juegue más.

–Es una mierda.

–Agustina podrá estar con pibes en este momento, cosa que no sé porque acá obviamente no trajo a nadie, pero te aseguro que por ninguno va sentir lo que siente por Pedro... A ninguno lo va querer de esa manera y si está con alguien ahora es para tratar de olvidarse cosa que no va pasar.

A veces me asusta como me conoce mi mamá, realmente. Es como si me mirara y ya se enterará de todo lo que pasó en mi día, de mis sentimientos y más.

–¿Por qué mierda Pablo hace esto? —habla mi tía—. Le está cagando la vida y alejó a Pedro de ella.

–Porque Agustina nunca cerró la boca y siempre le hizo frente, nunca se dejó manipular por él y me decía las cosas a mi... eso le molesta —mamá suspira—. Lo único que quiero es que ella esté bien donde sea y con quién sea.

En ese momento me levanto y salgo de la habitación. Entro al baño y hago la misma rutina de siempre para luego ir al comedor, saludo a ambas y me siento en la silla.

–¿A qué hora entrenas? —mamá me mira.

–Diez y media —tomo el mate—. Tía, ¿Vas el sábado?

–¿Cómo me vas a preguntar eso? Obvio que voy.

–Lo único que te digo más vale que a nadie le pase nada —mamá me señala.

–Ay mamá que te crees que somos, a nadie le va pasar nada.

Luego de desayunar preparo mi bolso de entrenamiento y salgo del edificio, subo al auto y manejo hasta el club.

Al llegar a la cancha, saludo a todas las chicas de reserva y entramos al vestuario.

[...]

Cuando salgo de bañarme en mi casa, me cambio y siento en el sillón.

–El presidente hoy me paró cuando estaba por subir al auto —miro a mi mamá.

–¿Y qué pasó?

–Me pidió perdón por todo lo que está pasando, por dejarse llenar la cabeza y que se yo —me encojo de hombros—. Me dijo que era cuestión de tiempo para saquen a Pablo de hockey...

–Y si, no puede estar con las más chiquitas.

–Dijo que cuanto antes lo van a sacar, que yo iba a volver y que cualquier cosa que haga o me mande mensajes lo guarde en algún lado para no se qué.

–Mañana hay que renovar contrato...

–Si, tenemos que ir a la tarde... no entrenamos.

Y al parecer, de una vez parece que todo se está acomodando y todo está volviendo a la normalidad. Eso espero, porque realmente no tengo ganas de volver a pasar por la misma mierda de nuevo; necesito algo de paz en mi vida.

prohibida ↪ Pedro de la VegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora