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Hace ya varios días que estamos en pretemporada y yo estoy muriendo lentamente, odio levantarme temprano y encima tener doble turno.

Agarro el bolso, que es enorme porque adentro tiene el palo de hockey y demás, y un bolso aparte con ropa dentro.

–¿Es necesario? —Pablo me mira.

–¿Qué?

–Que tengas ese pañuelo atado en el bolso —señala el pañuelo verde.

–Muy, ¿Te jode? —lo miro.

Él no dice nada y sigue viendo la televisión. Conmigo será bueno, me llevará a dónde tenga que ir y demás pero eso no saca que sea un machito asqueroso que quiero que ya se vaya de mi vida y deje a mi mamá en paz; pero yo no puedo hacer nada si ella no se decide.

Beso la cabeza de mi hermana y saludo a mi mamá, la cual me da las llaves del auto, y bajo al estacionamiento. El calor que hace es insoportable.

Al llegar al club Lanús, paso el carnet y entro. Estaciono el auto por ahí y bajo del mismo, abro la puerta de atrás y agarro mis cosas.

–Me fui —miro a Toto con anteojos de sol.

–Veni acá —rie y me abraza.

–Toto hace calor —lo miro.

–¿Te acompaño? Falta como una para que yo entre —agarra el bolso que contiene el palo de hockey.

–¿Para que viniste tan temprano?

–Porque me aburría.

–Llegó el más facha del club —Gastón pasa por al lado nuestro con la ventana del auto baja.

El más cornudo ahre Agustina deja de hacer esos comentarios.

Qué raro que estos dos estén separados, si siempre andan juntos para todos lados y llegan a todos los entrenamientos de la misma manera.

Lo esperamos y él viene hacía nosotros, le doy un corto beso y él agarra mi otro bolso y vamos caminando hacia la cancha de hockey.

Miro a Gastón y me derrito de amor, que hermoso que le quedan esos lentes de sol dios.

–El domingo jugamos en Mendoza, ¿Vas? —Gastón me mira.

–El lunes jugamos —lo miro y él asiente.

–¿Cuando vuelve Pedro? —Toto mira a su mejor amigo.

–No se, si pierde ya vuelve y si no se queda en Chile.

Toto me mira y rie bajo, seguro me vio cuando gire la cabeza como el exorcista al escuchar el nombre de Pedro.

–¿Llego tarde? —miro al entrenador.

–Dos semanas.

–Da, hace días que vengo a entrenar —lo miro y entro a la cancha—. Encima jugue con la selección y meti dos goles.

–¡Uno! —grita Toto.

–Dos, uno anulado —lo miro.

–¿Estos son los culpables de tu desaparición? —el DT mira a mi mejor amigo y novio.

–Me llevaron y yo no quería, yo quería venir a entrenar.

–Me imagino —asiente y camina hasta ellos para saludarlos.

Entro al vestuario y dejo todo ahí, me pongo los botines y salgo a la cancha con el palo.

Entre el sol y el entrenamiento hoy muero.

[...]

Termino re tarde porque se alargó demasiado y encima tardamos horas en bañarnos.

prohibida ↪ Pedro de la VegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora