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Llegó el momento de ponerme nuevamente la camiseta de la selección, menos mal que soy titular porque si iba al banco me mataba porque me perdí como dos días de playa por esto.

Me pongo las medias y por último los botines para luego ir al espejo y atarme el pelo.

–Ella sale maquillada —Euge me mira riendo.

–Claramente —asiento buscando el palo.

–No esperen demasiado que vengo de unas vacaciones —habla Julieta.

–Same.

–Vos querida estás de vacaciones desde finales de noviembre —me mira riendo.

–Y va seguir hasta Febrero.

Luego de eso, vamos hasta cerca de la cancha. Nos dan una charla y ya salimos.

La misma boludes de siempre para luego ponernos en la posición que debemos estar.

Y a los minutos ya estoy cansada, debería empezar a correr en la playa a la mañana. Cómo mínimo.

[...]

Cuando faltan cinco minutos para que el partido termine definitivamente, le pegó a la bocha y ésta entra al arco. Todas festejan mientras que la mina que dirige niega con el dedo.

–Jugada peligrosa, elevaste la bocha —me señala.

–Es considerada peligrosa si el oponente está dentro de los cinco metros, no había nadie a mi alrededor.

Todas vienen a quejarse y siguen hablando mientras yo no digo nada.

Termina en que no fue gol, en realidad si pero lo anuló.

–Jugada peligrosa va ser cuando la bocha te de en el medio de la cara, la puta madre —susurro mientras camino.

–Ay Agustina —Julieta ríe.

Y con toda la bronca del mundo por ese fucking gol anulado, y porque el partido del orto sigue empatado, sigo jugando.

Faltando un minuto, Flor me pasa la bocha y le pegó al arco. Cuando veo que si entro mis compañeras vienen abrazarme felicitándome, cuando ellas salen señalo a Toto mientras corro a mi posición.

Al finalizar el mismo, me saco la remera, quedando en top de gimnasia, y se la tiró a mi mejor amigo pesado que siempre me cargosea con que la quiere.

Vamos al vestuario y aunque haya sido un amistoso estamos felices, ganar es ganar.

Me baño y me visto con toda la paciencia del mundo. Más lenta imposible.

Cuando ya estamos todas listas, salimos y nos suben al micro. Después de llegar al hotel y agarrar nuestras cosas supongo que yo ya me puedo ir y ojalá sea así porque lo necesito.

Luego de unas dos horas, ya nos podemos ir. Bajo al primer piso del hotel y ahí está el remis que me va llevar a la casa, porque los otros me abandonaron.

Al llegar, bajo arrastrando la valija y con el bolso de hockey en la espalda.

–Grax por la ayuda —miro a Gastón acostado en el sillón.

–¡Llegaste! —se levanta con una sonrisa y me abraza para luego besarme.

–Amiga —Sofi me abraza.

–Desde dónde estabamos entendimos la puteada que diste —mamá me mira.

–Me anuló el gol la idiota, ni fue jugada peligrosa.

prohibida ↪ Pedro de la VegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora