3. Barra energética

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—Estoy bien, lo juro. Solo me mareé.

     Una vez dentro del establecimiento —y justo frente al espacio que tenía Eun-Ae para fungir de recepcionista en el gimnasio—, el chico me depositó delicadamente en uno de los sillones de la sala de espera. Jamás me había sentado en uno de ellos. Era tan suave que, si hubiera llevado shorts, seguro el material de piel que los recubría se me hubiera pegado a mis enormes muslos. ¿Dolería al levantarme después?

     "¿Qué carajos estoy pensando?", oí desde mi interior. "¿Acaso es normal comenzar a notar los variados tipos de helechos que adornan esta sala de espera? Ni siquiera sé si estoy lúcida o ya morí."

     Cuando el chico estuvo seguro de que me encontraba instalada perfectamente —sin importar mis súplicas—, se alejó de mi débil cuerpo para ir a llenarme un vaso de papel con agua. Traté de impedírselo nuevamente, pero no me dio tiempo de argumentar más, pues lo hizo tan rápido que, en un abrir y cerrar de ojos —al menos para mí—, ya había regresado. Sin embargo, en sus manos no solo traía el dichoso vaso de agua, sino también una barra energética. Y no, señor, eso definitivamente no lo iba a permitir en mi sistema, ni siquiera si el chico más lindo del planeta me lo estaba ofreciendo. 

     —Toma —dijo una vez frente a mí, extendiéndome el alimento y el agua—. Esto te reanimará un poco.

     Miré de manera desconfiada sus manos. Lo único que yo veía ahí eran calorías, no un simple vaso y una barra. 

     —No, gracias —respondí y los alejé con mi mano derecha—. De verdad estoy bien.

     Por solo unos segundos rocé sus nudillos y eso bastó para que una corriente eléctrica me recorriera todo el brazo. Su piel, en comparación con la mía, parecía abrasar el fuego del mismísimo infierno.

     —Claro que no estás bien —reprochó—. Estás pálida.

     "Así es mi color natural, ¿cómo te explico?", me reí para mis adentros; en la vida me había bronceado.

     Ignorando su ceño fruncido y su cercanía in crescendo, me levanté de un salto y le encaré —lamentablemente— la barbilla debido a mi altura. Solo entonces me di cuenta de tres cosas: una, no tenía idea de lo alto que era y me estaba intimidando; dos, por mi movimiento repentino habíamos quedado más cerca de lo que estábamos antes; y tres, ¡me había vuelto a marear!

     —Oh, no —susurré. Mis piernas se volvieron gelatina en segundos, pero el chico, por fortuna, reaccionó a tiempo y me sostuvo por el costado con su mano libre de líquidos, salvándome así de la posible caída.

     —¿Qué te estoy diciendo? Siéntate y come —dictaminó y se acomodó conmigo en los sillones.

     Entonces me dejé hacer, conformándome con alejarme un poco de su persona para poder olvidar que la situación era sumamente incómoda. Solo Hoseok llegaba a ser tan pegajoso como para tocarme "accidentalmente" la mayoría del tiempo, pero fuera de eso no estaba acostumbrada a la cercanía de cualquier ser vivo.

     —Por favor, solo estoy pidiéndote que tomes agua y te comas la mitad de una barrita —explicó en un tono más condescendiente—. Comprendo si no tienes hambre, pero es necesario que consumas algo de azúcar para sentirte mejor. 

     Tras una mirada rápida a sus misteriosos iris y un suspiro de rendición, acepté la barra que su mano me ofrecía, abriéndola lo más lentamente posible.

     "Si esto tiene 163 calorías y me como la mitad, solo ingeriré 80. No está tan mal", pensé para darme ánimos. 

     Todos esos pensamientos transcurrieron bajo su atenta mirada, que lo único que provocaba en mí era más nerviosismo. No obstante, después de lograr el primer bocado, me entró el conocido frenesí y llegué a la mitad esperada en tiempo récord. El chico se rio ligeramente ante mi contradictoria acción y me recibió la barra de vuelta con los ojos cerrados y varias negaciones de cabeza. Después, me entregó el vaso de agua y esperó a que bebiera hasta la última gota.

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora