36. Abrir los ojos

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Levantarse el fin de semana por las mañanas era una de las mejores experiencias que existían en mi vida, cuando la luz poco a poco se filtraba entre las cortinas, los sonidos de la ciudad eran casi inexistentes y una paz perfecta e inquebrantable flotaba por encima de cada techo; en mi caso no tenía que ponerme la alarma, desayunaba tarde, y me olvidaba de mis responsabilidades habituales. 

     Sin embargo, ese sentimiento de sosiego que normalmente me inundaba los fines de semana, se esfumó en cuanto el timbre de la casa sonó a las 9:15 am de ese domingo. 

     Fingí que no lo había oído y que no me había despertado con un salto de mi colchón, escondiendo la cabeza bajo las sábanas y cerrando los ojos con fuerza, pero el maldito sonido volvió a atravesar e irrumpir por toda la casa.

     —¡Hoseok! —gritó mi mamá somnolienta, pero a la vez irritada desde su cuarto—. ¡Ve a ver quién es!

     La situación con ella en casa se había calmado al mil por ciento después de nuestra plática catártica —la que terminó con mi hermana de chismosa colándose en el medio y conversando los tres hasta las tantas de la madrugada, incluso si al día siguiente yo tenía escuela—, pero eso no le quitó el poder de exigirme cosas cuando quisiera, como en ese momento, que quería que fuera a abrir la maldita puerta.

     —¡Le toca ir a JiWoo! —grité de vuelva, revolviéndome enfurruñado entre el calor de mi cama, indispuesto a abandonarla a una hora tan temprana del día.

     El silencio que inundó el lugar por unos segundos, mientras todos esperábamos la respuesta que no llegaba de mi hermana, fue interrumpido de nuevo por el ruidoso timbre. 

     —Tu hermana está dormida, hijo —exclamó mi padre entonces, conociendo a la perfección a su hija, la que seguro estaba medio muerta en su habitación, ya que ni ruido hacía—. Abre la puerta y déjanos dormir a todos.

     —Pero, appa... —me quejé. Quienquiera que estuviera fuera de mi casa, se podía considerar en la lista negra.

     —¡Vas o te toca hacer el desayuno! —amenazó mi madre.

     Interiormente me dije que no era mala idea, ya que esa acción podía ser perfectamente llevada a cabo en una hora o más, pero mis habilidades culinarias iban desde hacer cereal con leche, hasta hacer leche con cereal.

     No obstante, sin permitirme la posibilidad de elegir, mi madre volvió a hablar.

     —O espérate a que me pare y verás. 

     Esa frase, la que se transformó en un escalofrío ascendente por mi espalda, no me dejó otra opción. 

     —¡Está bien! —respondí molesto, parándome de un salto y enfriándome al instante con la brisa fresca de la mañana—. ¡Yo voy!

     Caminé tan rápido como pude hacia la entrada, perezoso como estaba a esa hora del domingo, y me froté los ojos para quitarme las lagañas antes de tomar el picaporte. El irritante timbre estuvo a punto de sonar de nuevo, pero abrí la puerta justo a tiempo y enfoqué —como pude— a los dos inusuales visitantes que se erguían frente a mi departamento: Namjoon y Yoongi. 

     —¿Qué hacen aquí? —pregunté completamente confundido, entrecerrando la puerta a mis espaldas para que ningún pedazo de nuestra conversación se colara dentro de la casa, con mi entrometida familia—. Es muy temprano.

     Namjoon fue el primero en hablar:

     —Queríamos saber cómo estabas luego de lo que pasó el jueves —explicó con mirada preocupada, su ceño fruncido estaba en parte cubierto por el gorro gris que estaba usando ese día. 

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora