54. Besar hasta olvidar

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—¿Estás bien? —le pregunté a Yunah mientras la veía recoger las croquetas de Happy del piso de la cocina, las mismas que había tirado por "accidente".

     Yunah volteó a verme desde su posición en cuclillas, con el pelo revuelto frente a su cara y un mohín en los labios. La imagen —aunque era adorable— ya la había visto repetirse demasiadas veces los últimos días.

     —¡Claro! —respondió Yunah sarcástica desde el suelo, echándose el pelo para atrás con un bufido y empujando ligeramente a la perrita que le hacía fiesta a sus pies en un miserable intento por no dejar que se comiera su alimento directamente del suelo—. Nunca había estado mejor.

     Su tono me advirtió que no la siguiera presionando por una respuesta, que no continuara exigiéndole explicaciones, pero la situación actual ya se había ido de las manos de ambos, del control de ambos, por lo que me obligué a no morderme la lengua y seguí insistiendo.

     —¿Quieres que te ayude? —opté por decir en lugar de ir directo al punto, levantándome del sillón de la sala y caminando en dirección hacia ella, quien ya tenía la mitad del desastre limpiado.

     No obstante, no llegué ni siquiera a dar tres pasos cuando Yunah levantó una mano en el aire, indicándome que parara.

     —No, gracias —respondió escuetamente, bajando la vista y por fin levantándose de su anterior posición en el piso de la cocina—. Ya acabé. No te preocupes.

     Pero claro que me preocupaba, claro que me sentía impotente, ya que mi chica aquellos días estaba inestable y distraída en demasía y yo ya no sabía qué hacer. Me negaba a aceptar las sospechas que me surgían a la mitad de la noche relacionadas con el tema.

     Me había dado cuenta de su fragilidad emocional desde los días inmediatos a mi audición, hacía ya una semana de ello. Todo había sido fácil de ignorar al principio, todas las señales, todos los gritos de auxilio, todos los anhelos reprimidos, sin embargo, conforme pasaban los días, el estado de Yunah —tanto físico como espiritual— iba empeorando, lo que por ende me hacía sentir el doble de molestia conmigo mismo por no poder hacer nada, por no saber cómo ayudarla.

     Los primeros vestigios que noté —incluso desde antes de mi audición— fueron los que se referían a su atención en general. Yunah parecía más ensimismada en sus propios pensamientos que nunca, se quedaba viendo a la nada o al infinito demasiado tiempo, salía a caminar para despejarse cada que podía y se encerraba horas extra para estudiar en la biblioteca de su facultad, reduciendo colosalmente los momentos que yo podía compartir con ella en casa. En primera instancia pensé que me evitaba —lo cual era ciertamente algo inconcebible y sin precedente alguno—, pero aquel pensamiento lo deseché en cuanto comencé a darme cuenta de las únicas facetas que me mostraba cuando nos cruzábamos, las que iban desde "tímida" y "perdida" hasta "sarcástica" y "cortante". Éstas marcaban el límite para que yo me atreviera a acercarme y abrazarla en silencio o para mantener una distancia de al menos un metro entre nosotros y no cruzar palabra con ella que pudiera malinterpretar.

     Sin saberlo, cada que podía me dedicaba a estudiar sus silencios y a tratar de descifrar la bruma que había tras sus ojos, obteniendo conclusiones —perspectivas— a las que jamás hubiera deseado llegar, las que jamás hubiera optado por deducir, pero a las que terminaba orillado de una forma u otra por las circunstancias que nos rodeaban.

     Yunah no solo tiraba cosas al azar por la casa o se tropezaba continuamente cuando salíamos juntos por algo a la tienda más cercana, sino que parecía perdida en sí misma, en su cabeza, en sus miedos, y yo —aunque ponía de mi parte— no lograba sacarla de su estado letárgico. Ninguna broma funcionaba, ninguna plática la animaba; su excusa más usada era decirme que se encontraba en un periodo de "descuido genérico", uno al que no podía ponerle principio ni fin, pero aquello no me dejó satisfecho ni desde la primera vez que me lo dijo. Luego, cuando Yunah comenzó a cerrarse cada vez más, decidí dejar de preguntar.

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora