48. Intruso del corazón

48 7 8
                                    

Aunque aún en agosto se puede considerar que el verano reside en el ambiente —o lo transforma—, en ese momento sentía al otoño más cerca que nunca. Quizá el vapor frente a mis ojos que salía expulsado no era en realidad un efecto de la fría brisa mañanera, en cambio, debía ser una consecuencia de mi hálito después de obligarme a desperezarme, salir de entre las sábanas y dejar esos brazos cálidos que me abrazaron toda la noche en casa.

     Ya no caminaba solo mirando mis pies y contando la cantidad de pasos necesarios hasta mi destino para ignorar el rugido de mi estómago y el mareo de mi cuerpo en general, sino que veía hacia delante y me glorificaba con la vista a esa hora del día, cuando la mañana está por comenzar pero todavía no lo sabe, cuando los niños aún están dormidos esperando porque sus padres vayan a despertarlos para ir a la escuela, y cuando la gente como yo, transeúntes que tienen la necesidad de ser productivos, se levantan temprano para iniciar sus actividades.

     El rugido de entonces en mis entrañas no era por hambre, no, señor, era porque había atrasado demasiadas veces la alarma de mi teléfono —además de que Hobi parecía pulpo sobre mi cuerpo, sin permitirme escapar de la cama— y terminé parándome tarde, corriendo a la cocina del departamento para engullir uno de mis licuados favoritos energéticos y salir a la calle con nada más que mi ropa deportiva y una simple bufanda.

     "Demonios, Yunah, debiste ponerte siquiera un suéter", me regañé internamente, titiritando del frío y acariciando bruscamente mis brazos por sobre la tela delgada de la chamarra a juego del pants para encontrar calor.

     No tardé mucho tiempo en llegar, pues en cuanto vi a lo lejos el edificio donde estaba el nuevo gimnasio al que asistía, eché a correr como posesa para resguardarme del —a mi parecer tempranero y gruñón— terrible clima. Eso sí, lo enfurruñada que me ponía por las mañanas al levantarme temprano seguía siendo una característica típica de mi personalidad que jamás iba a abandonar.

     Al pasar por recepción y registrarme —acción que casi podía hacer ya con los ojos cerrados—, extrañé saludar a la despistada de Eun-Ae de mi otro gimnasio, el que presenció el inicio de la más bonita historia de amor, pero el mismo que vio la tragedia y la forma en la que fue muriendo poco a poco; en su lugar, en aquel recinto había un chico bastante joven y adicto a LOL, ya que cada que lo saludaba con un pequeño y escueto "buenos días", él solo inclinaba su cabeza en señal de haberme oído pero no despegaba ni sus dedos ni sus ojos de la computadora frente a él.

     "Qué bueno que a mí nunca me cautivaron los juegos de PC ni de video", pensé para mis adentros mientras me quitaba la molesta bufanda —pues el termostato del gimnasio era otro— y me apresuraba a llegar a la sala que me tocaba, si no aquella mañana despertando tarde sería completamente en vano.

     Al momento que pasé caminando con rapidez por detrás de la gente que muy concentrada corría en la caminadora, así como los que utilizaban los diversos aparatos de peso para ganar musculatura, me quedé más tiempo mirando esa sala por la cantidad de recuerdos que me llenaron, la cantidad de anhelos que me resurgieron desde el fondo de mi mente por extrañar a la Yunah que vivía para esos aparatos; aquellos fueron tiempos en los que, aunque no me sentía cómoda al cien por ciento conmigo, estaba cansada la mayoría de las veces, y terminaba exhausta en cada entrenamiento, simplemente sentía que podía desconectarme del mundo y limpiar mi interior, vaciarlo.

     Esa manera de verlo definitivamente era una no tan objetiva y más idealista, como la mayoría de los recuerdos que se guardan en la memoria, los que en algunos casos no son tan malos, pero se almacenan como los peores, y en otros son bellos, pero no etéreos. Quizá pensarme en retroceso de esa forma no era lo más adecuado, pues estaba embelleciendo un momento de mi vida en el que estaba completamente perdida y a la deriva, pero después de tantas tareas en terapia y muchas horas de pláticas y llantos, prefería perdonar mi pasado, uno que no podría cambiar jamás, a cargarlo y arrepentirme todos los días por mis actos, como los castigos que me daba, las sesiones de entrenamiento que me agotaban, y mis encuentros con cierta persona que llegaría a cambiar mi vida por completo.

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora