La estación de Gyeongseong se encontraba cada minuto, un minuto más cerca.
Mientras esperaba llegar a mi destino, descansé mi cabeza sobre el asiento y cerré los ojos con fuerza, deseando poder fundirme con el material suave y desaparecer por tan solo unos segundos, segundos que esperaba me anclaran al suelo y me dieran el suficiente valor para terminar el cometido del día: retomar mi vida en Seúl luego de presentar los exámenes de ingreso a la Universidad Nacional de Busan.
Durante las últimas dos semanas y media había tomado más decisiones importantes y conscientemente responsables de las que había tomado en toda mi vida; desde ayudar a mi madre en todo su proceso emocional por la ruptura definitiva de su matrimonio, contactar a mi abuela en Busan para pedirle asilo durante los primeros meses de nuestro futuro cambio, comunicarme con mi compañero —y jefe de grupo— Kwang-ho para pedirle asesoría jurídica a su padre en relación al futuro divorcio, ya que era un abogado civil, hasta terminar por escoger una licenciatura decente en la universidad y una universidad en sí. La profesión ganadora había sido Arquitectura, algo que mi madre opinó sería un intermedio entre Diseño Gráfico y Diseño Industrial, pues sabía lo mucho que a veces tendía a guiarme por los aspectos visuales en mis trabajos académicos y en mis gustos particulares. Además, habíamos hablado de su posible bolsa de trabajo, lo que la dejó más tranquila a ella que a mí. En ningún momento mi pasión había sido construir nada ni mucho menos enamorarme de edificios o sus respectivos interiores, pero pensaba que con el tiempo podría llegar a tomarle cariño a la carrera, como a cualquier otra cosa a la que se acostumbra uno. No tenía muchas opciones a parte de esa de todas maneras, era aquel camino o empezar a trabajar en un lugar en donde aceptaran jóvenes sin experiencia, menores de edad y con la preparatoria apenas acreditada.
Habían sido días movidos, días de proveer ideas, soluciones y planes sin descanso —la mayoría de ellos relacionados con el futuro y con lo que el mismo conllevaba: papeleo—, días en los que me había roto la cabeza junto a mi madre y le había limpiado sus lágrimas de dolor, en los que había fungido como mediador entre mi padre y la entrada de nuestra casa, solamente haciendo contacto con él para entregarle algunas de sus pertenencias —las suficientes para que sobreviviera en su vida laboral hasta que nosotros nos hubiéramos ido—, y días sin descanso de empacar y prepararnos para la mudanza. Parecía que nuestra estadía pasajera en Seúl había sido más corta de lo que nos estaba costando poner todo en cajas y volver a respirar.
El asunto escolar era otra historia. No había asistido a clases desde aquella tarde fatídica en la que el cúmulo de mentiras paternales había salido a la luz finalmente, pero desde el primer día mi madre se había comunicado con el director para explicarle la situación y no dejar cabida a ningún malentendido. Le prometió que me pondría al corriente con las tareas de todas mis asignaturas para que mis profesores pudieran evaluar mi último semestre y se disculpó muchísimas veces por el problema familiar, el que no debía ser justificación —según sus palabras— para que mi trabajo escolar de los últimos meses se perdiese. Yo me encontraba comiendo mis uñas a su lado mientras ambos esperábamos ante el teléfono la respuesta del principal, pues había 50% de probabilidades de que no aceptara nuestras justificaciones por ser un alumno de apenas un semestre de historial en la institución y otro 50% de que tuviera piedad y nos dejara ir sin más.
—Podríamos hacer una excepción con el joven Jeon si usted fuera tan amable de proporcionarnos un justificante legal de la situación que está llevando en casa —había dicho amablemente la voz del director por el auricular, provocando un suspiro de alivio tanto en mi madre como en mí, pues ya teníamos la mitad de la batalla ganada—. Es puro protocolo, pero es necesario para que quedé en su expediente y tenga derecho a realizar sus exámenes finales. De lo contrario, no podríamos darle su certificado de acreditación de la preparatoria.
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Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]
Fanfiction❝La comida simbolizaba para mí lo que una manzana del Edén, atracción, seducción, pero siempre tenía el mismo final: la condena.❞ ➥Novel.