27. Más que mil palabras

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Después de unos minutos que me parecieron eternos y un silencio que se podía cortar con la más mínima exhalación de cualquiera del equipo ahí reunido en bola, Jimin levantó los ojos de su teléfono, el que había utilizado para mandarle un mensaje al entrenador previamente, y nos sonrió a cada uno con todos sus dientes, dedicándonos una mirada tentativa.  

     —Es oficial —comenzó a decir—: el profesor Soobin no va a llegar.

     Una ola de coros y celebraciones se alzó cual huracán en medio del entrenamiento de aquella tarde. El sol se colaba con sus rayos dorados por entre los cristales de los ventanales hacia dentro, chocando con el agua de la alberca y dándole un toque etéreo el lugar, asemejando el humor de todos, incluyendo el mío.

     —¡Gracias a Dios! —grité para luego tirarme de rodillas al suelo con las manos hacia el cielo.

     Jungkook, quien estaba todavía portando un ceño fruncido por la repentina noticia, me miró con un gran signo de interrogación tatuado en la mirada.

     —¿De qué hablas? —preguntó desconcertado.

     Abrí los ojos, los cuales había cerrado previamente debido a la emoción de mi acto misericordioso, y lo miré con la alegría desbordando por cada una de mis pupilas.

     —¿Qué no lo ves? El entrenador Soobin no me regañará hoy por haber faltado el otro día —expliqué. Volví a levantarme—. Y eso, querido Kookie, es un regalo del cielo.

     —Solo postergarás el castigo, lo sabes ¿no? —respondió divertido. Su mirada denotaba un tipo de reproche, uno que no tenía idea si estaba relacionado con el hecho de haber faltado el pasado viernes para salir con Yunah, pero ciertamente no me animé a preguntar. Quizá solo estaba malinterpretando las cosas—. Tarde o temprano vas a cumplir tu condena. 

     —Sí, eso es definitivo —concordé—, pero ¿de qué me sirve preocuparme ahora mismo por ello, sino puedo hacer nada al respecto?

     Le sonreí con obviedad y él bajó la mirada al piso.

     —Ojalá fuera así de sencillo... —susurró muy quedo, tanto que no lo oí del todo.

     —¿Cómo dijist...? —comencé a decir, pero alguien colgándose en mi espalda me interrumpió. 

     —¡Hobi-hyung! Vamos a aprovechar que la alberca está vacía y vamos a jugar, tengo un balón de volleyball en mi mochila —espetó la voz del que parecía ser Taehyung, sin embargo me era difícil deducirlo teniendo sus brazos estrangulándome el cuello sin darse cuenta, aparentemente—. Tenía la esperanza de que el entrenador nos permitiera jugar con él después del entrenamiento...

     —Tae... —tosí—, no puedo... respirar... —exclamé como pude.

     Al darse cuenta de su torpe gesto, el chico se bajó de mí y apartó sus brazos de mi cuello instantáneamente. Jungkook contemplaba la escena a un metro de nosotros, callado pero entretenido.

     —Casi me matas, Taehyung-ie —me quejé, sobándome el cuello con una de mis manos. 

     —No seas tan exagerado, hyung —respondió Tae, divertido—. Pensé que tenías más aguante.

     Acompañó su comentario burlón con un apretón travieso en mi brazo, que de por sí era bastante delgado, y se rio en mi cara. ¡En mi cara!

     Como respuesta, empecé a hacerle cosquillas por todo el torso a la velocidad de la luz. Su pecho se encontraba desnudo al igual que el mío y el de todos los chicos del equipo allí presente, pues nos habíamos cambiado desde el inicio de la clase, pero en cuanto pasaron más de 20 minutos y no hubo señales del entrenador —y nuestros cuerpos empezaron a temblar—, le rogamos a Jimin, el nadador predilecto del señor Soobin, para que le mandara un mensaje a su número personal. Por lo tanto, tenía a la vista todos los puntos débiles de Taehyung y los estaba ocupando fervientemente a mi favor.

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora