18. Pistolas y rosas

98 11 79
                                    

No supe en qué momento las cosas se salieron de control. Un segundo después del primer golpe de Yoongi supe que todo se había jodido.

     Golpes por aquí, golpes por allá, golpes hacía mí, y golpes que yo daba. Sinceramente esperaba que mi puntería fuera certera porque en definitiva no tenía ni una sola referencia para saber hacia dónde se estaban dirigiendo mis manos.

     La adrenalina que surgió en mí debido al momento, me nubló el juicio y me hizo ponerme en un estado de alerta-defiéndete que pocas veces salía a la luz. Con Namjoon a mi lado y Yoongi en mi espalda me sentía imparable, por no decir casi invencible.

     Claro, todo sentimiento de victoria se esfumó en cuanto logré poner un poco de lógica a mis pensamientos y observar a un tipo que se dirigía a Jungkook, mientras otro le apresaba los brazos en la espalda. Antes no me había preocupado por él, pues de alguna manera sacó un lado salvaje y único para defenderse que jamás le había visto —guiado por el reciente interés que había mostrado Yoongi en su bienestar, suponía— y aquello me permitió concentrarme únicamente en quitar a los idiotas que tenía enfrente para llegar hasta Soobin y darle su merecido. Pero al ver al chico en problemas, sentí verdadero terror.

     —¡Jungkook! —le grité a todo pulmón. Mis amigos voltearon a verme al sentir la desesperación en mi voz y me ayudaron a dejar la vía libre para poder llegar hasta el susodicho.

     Jungkook me miró un segundo antes de que el tipo que se le había acercado le diera un puñetazo en la mandíbula. Su cabeza giró despedida hacia el lado contrario y contrajo su boca en una mueca de dolor cuando su labio inferior se partió. Eso definitivamente me enfureció.

     —¿Qué demonios te pasa? —exclamé mientras jalaba al chico por su sudadera y lo lanzaba al suelo.

     Jungkook aprovechó esa distracción para zafarse de su otro captor y darle un codazo al hígado que solo había visto en televisión cuando a mi papá se le ocurría sintonizar los torneos de Taekwondo. Luego se acercó a presenciar la escena de mí sobre el tipo anterior mientras lo golpeaba.

     —¡Hyung! —gritó el chico, de repente asustado.

     Paré un momento y lo miré sin aliento, esperando a que me dijera cuál era el problema. Pero sus ojos no estaban en mí, sino por sobre mi hombro. Lo primero que sentí cuando volteé fue un puñetazo directo a mi ojo, de nadie más y nadie menos que de Soobin.

     —Te crees muy listo, ¿no, Jung? —escupió y me dio una patada en el costado derecho cuando caí al suelo—. Es tiempo de que alguien te demuestre quién manda en esta zona.

     Jungkook llegó a mi lado justo antes de que Soobin me diera otra patada y lo empujó por los hombros lo suficientemente fuerte para alejarlo de mí, pero no para tirarlo. Mientras tanto el dolor se disparó en toda mi cabeza y me comenzó a pulsar el ojo. Alcancé a ver en la periferia de mi visión que Yoongi también se unía a nuestros refuerzos contra el loco ese, Soobin, y se abalanzaba sobre él. Si no hubiera sido por la situación tan tensa en la que nos encontrábamos, me hubiera reído por el hecho de que esa simple acción, la de Yoongi, pues se pareció a la de un gatito furioso atacando la pierna de un extraño. Pero al final no me aguanté, solté una pequeña carcajada por sobre mi aliento y Jungkook me miró como si tuviera tres cabezas, con justa razón.

     —¡La policía! —gritó súbitamente uno de los chicos de la pandilla de Soobin, para un segundo después salir corriendo por donde había llegado con los demás, el callejón oscuro.

     El sonido de las sirenas no tardó en llegar a mis tímpanos y todo signo de diversión previa se borró de mi rostro en un instante, reemplazándolo por miedo en su estado más puro.

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora