55. Cicatrizando el alma

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Cuando se inicia una relación jamás se vislumbra su respectivo final, mucho menos su duración o su límite de tiempo. No obstante, cuando se vive, cuando la despedida se siente en carne propia, recordar los primeros días es inevitable.

     Aquellos eran los que yo repasaba una y otra vez en mi cabeza de camino a la estación, un domingo muy temprano con un cielo nublado. No parecía que fuera a llover, ni siquiera a chispear un poco, pero las nubes hacían lo propio para ocultar al sol, para privarme de sus rayos; de alguna manera me sentía conectada con el clima.

     Había decidido tomar un taxi fuera de mi edificio para que Hoseok pudiera hacer uso de mi auto los siguientes días y se transportase a donde quisiera —al trabajo o a la escuela—, por ello me encontraba recargando la cara contra mi cinturón de seguridad y observando melancólicamente la ciudad a través de la ventana.

     Esa mañana me había levantado sigilosamente a las 7:00, sin poder conciliar un minuto más de sueño. Luego, había tomado la nota que me escribió con la información pertinente al tren de Jungkook y había metido algunas mudas de ropa y dinero a una mochila vieja para, posteriormente, acercar mi rostro al suyo dormido y depositarle un suave beso sobre la frente, uno casi fantasmal, cumpliendo al pie de la letra su último deseo: no despertarlo cuando me fuera.

     Entonces no quise pensar nada con detenimiento, no quise ver a futuro ni imaginar un mañana sin él dentro de mi vida, solo me di la vuelta y desaparecí por la puerta principal sin mirar atrás. Ni siquiera mientras bajaba por el elevador me permití llorar más de una sola lágrima, pues sabía que, si lo hacía, regresaría corriendo a los brazos de Hoseok y no volvería a tomar ninguna decisión tan espontánea como aquella.

     Extrañaría a Happy y a mis niños por una semana —que esperaba fuera lapso suficiente para arreglar las cosas con Jungkook—, extrañaría comer con Stella y Yeji en la cafetería de mi facultad, incluso extrañaría mis clases del gimnasio y a mi maestra, sin embargo, me encontraba a punto de cerrar un ciclo de suma importancia en mi vida, uno que definitivamente me haría enfrentar todos mis miedos del pasado. La cuestión real era: ¿estaba mentalmente preparada para ello?

     Solo hasta que subí al taxi y me dejé caer pesadamente contra los asientos traseros, me concedí la oportunidad de revivir las alegres memorias de quien sería —ya— el segundo amor de mi vida, desde los primeros días en preparatoria hasta nuestros últimos meses juntos, los que no habían sido interrumpidos por ningún mal ajeno o presencia no prevista y en los que yo había sido completamente feliz y no lo sabía.

     Quería aferrarme a nuestros momentos más sublimes, a los tesoros que había descubierto entre sus brazos —tantos que ni los podía contar—; quería frotar de nuevo su piel contra la mía para guardarlo dentro de mí por siempre y para recordar que había conocido a una persona única e irreemplazable; quería volver corriendo y ser la misma Yunah de antes, la que lo amaba con cada fibra de su ser y la que no tenía pensamientos para nadie más; quería que el tiempo retrocediera para atreverme desde mucho antes a ser su novia y enamorarme únicamente de él.

     Con las manos tensas en mi regazo y el labio inferior fuertemente atrapado entre mis dientes —evitando así emitir algún sonido lastimero o soltar alguna lágrima— recordé nuestra primera noche juntos en el nuevo departamento, cuando ni él ni yo sabíamos cómo comportarnos con el otro en un ambiente tan casero.

     —Supongo que tendremos que seguir mañana —me había dicho en la madrugada, cuando yo había tratado, ilusamente, de desempacar todas nuestras cajas el mismo día de la mudanza. Hobi había acompañado su frase con un bostezo que su mano no había alcanzado a contener.

     Entonces había tenido los ojos rojísimos y la cabeza me había estado punzando junto a todo mi cuerpo por haber cargado decenas de cajas. No obstante, estaba tan ansiosa que quería tenerlo todo listo para el día siguiente, sin importar si eso me cobraba factura.

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora