35. Trago amargo

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Llegar a casa luego de aquella crisis fue una de las tareas más complicadas que había realizado en toda la semana; qué digo la semana, en todo el año. Tener que escuchar los reproches de mi madre por el estado empapado en que llegue con una expresión estoica fue un acto que iba más allá de mis habilidades, e ignorar el escrutinio y el interrogatorio de mi padre y mi hermana fue aún más difícil. Sin embargo, cuando por fin pude llegar a mi cuarto y encerrarme, respiré tan profundo como mis pulmones me lo permitieron y me negué a torturarme más. Simplemente me di un baño para evitar el posible resfriado que me daría por la lluvia y me envolví en mis sábanas hasta perder el conocimiento.

     La mañana siguiente me desperté con esa sensación de ingenuidad y pesadez, la misma que no te permite recordar un solo aspecto lastimero del día anterior, hasta que pasan algunos segundos y la realidad se vuelve a armar como un rompecabezas frente a tus narices. Ilusamente había soñado con Yunah —algo así como una serie de imágenes con nuestros momentos más felices—, pero en cuanto fui consciente de que todo anhelo mágico había sido una fantasía onírica, deseé no haberla pensado ni siquiera en mi subconsciente.

     Pensar en Jungkook era diferente. Las palabras del pacto que habíamos saldado entre ambos seguían flotando a cada tanto en mi mente y no me permitían olvidar a lo que me tendría que enfrentar de esa mañana en adelante: a él y a Yunah siendo una verdadera pareja.

     Después de arreglarme como pude —con la mínima fuerza que pareció ofrecerme mi cuerpo—, me dediqué a aguantar los regaños de mamá por la noche previa mientras desayunaba, como hacía tanto tiempo, cuando llegaba de la escuela y le traía un nuevo problema para discutir. Mi hermana también estaba intrigada por mi estado y trató de abordarme en el pasillo para que me sincerara con ella.

     —Ahora no, noona —le había dicho, y me había fugado de la casa tan rápido como mis flojas extremidades me dejaron. 

     "Tranquilízate, por Dios", me repetí mil veces antes de llegar frente al salón de mi grupo y tomar una honda respiración, la cual esperaba que me diera fuerzas para confrontar a Yunah, quien posiblemente llegaría en los minutos siguientes y querría hablar conmigo sobre lo ocurrido en el hospital.

     No obstante, Yunah había llegado temprano esa mañana y me estaba esperando ansiosa en nuestro lugar habitual.

     —Hobi —habló Yunah en cuanto nuestros ojos se encontraron. Sus pupilas brillaron con nerviosismo y sus dedos se aferraron a la manga larga de su suéter.

     Me quedé un rato mirándola, observando su nariz roja por el frío, sus pómulos levantados, su cabello negro esparciéndose por su espalda y sus dientes mordiendo su labio. Ella era toda una belleza a mis ojos; lamentablemente no era el único que lo pensaba.  

     Aclaré mi garganta en un intento de aparentar serenidad y alegría como siempre.

     —Hola —saludé con una sonrisa tensa, una que me hizo estirar los músculos rígidos que habían permanecido intactos desde el día anterior—. Llegaste temprano.

     —Bueno, es que... yo... —bajó la mirada al suelo y jugó con la punta de su zapato—, quería explicarte lo que pasó ayer.

     El lado racional de mi cerebro me decía que eso era exactamente lo que teníamos que hacer, una conversación civilizada entre dos amigos para conservar la amistad sin malentendidos, pero mi lado pasional me gritó que evitara el tema a toda costa, incluso si aquel era un digno acto de cobardía.

     —¿Hiciste la tarea de cálculo? —desvié la atención con mi pregunta, al final decidiéndome por mi lado pasional—. Ufff, porque yo no y necesito que alguien me la pase. Es más..., ¿Minho? ¿Hiciste los ejercicios que dejaron ayer? ¿Crees que podrías pasármel...? —empecé a balbucearle al chico que siempre se sentaba en el lugar más cerca del escritorio del profesor, el jefe de grupo, pero Yunah intuyó mis intenciones perfectamente y se me adelantó.

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora