Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]

43. ¿Adiós o hasta pronto?

El final del curso escolar estaba a menos de un día y yo no sabía qué esperar o pensar. 

     Por un lado, estaba sumamente emocionado, había aprobado todas mis materias y por fin —luego de un año de atraso— podría graduarme, además de tener las puertas de la Universidad Nacional de Arte completamente abiertas; pero por otro lado estaba preocupado, preocupado por la evidente desaparición de Jeon Jungkook del planeta tierra y por la mirada ausente que había tenido Yunah desde entonces. Al menos así era hasta la semana corriendo, en la cual parecía estar un poco más viva. 

     Las semanas de exámenes de ingreso a las universidades y de exámenes finales habían sido para morir, tanto de esfuerzo físico como emocional. Ambos, Yunah y yo, habíamos estudiado hasta que se nos cayeron las pestañas —ella en su estado zombie desahuciado y yo en mi estado ansioso prolongado—, habíamos dormido menos de 10 horas a la semana, y habíamos sobrevivido nuestras sesiones de estudio a base de ensaladas y jugos energéticos, dieta sugerida por la mente de Yunah.

     Desde esa vez que Jungkook, antes de irse de vacaciones y que se acabara el año, me había pedido con poca sutileza que le recordara a Yunah asistir a sus "citas importantísimas" entre semana, había aceptado lo platicado con Yoongi y Nam y había terminado por unir los puntos de la situación hasta hacerme a la idea de que la chica probablemente estaba buscando apoyo psicológico en el plantel y que por fin estaba empezando a andar por buen camino. 

     Ya no había ninguna excusa para negarlo: Yunah padecía un trastorno alimenticio y yo debía de apoyarla. 

     En lugar de martirizarme por haber dejado pasar tanto tiempo y no ayudarla desde antes —lo que ciertamente estuve muy tentado a hacer—, opté por darle a entender a Yunah que no necesitaba fingir conmigo —ya que internamente sabía cómo se pondría si la encaraba y la ponía en evidencia— y que, desde ese momento en adelante, yo me encargaría de suministrarle lunchs que fueran nutritivos y balanceados entre muchas otras cosas que ella me permitiera hacer por su condición. Era lo menos que podía ofrecerle, mi apoyo incondicional.

     La confesión de Yoongi fue otro de los factores que me hizo darme cuenta de lo importante que era ser receptivo con los mejores amigos, de leer entre líneas y estar siempre allí cuando alguien se siente necesitado, incluso si sus gritos de auxilio son silenciosos. En realidad, yo era más despistado de lo que pensaba y había sido un mal amigo no solo con Yunah, sino con quienes había hecho fuertes lazos en el bachillerato. Aún recordaba cuando Yoongi, a mitades de la preparatoria, nos había contado sobre sus problemas en casa, sobre la pelea de su custodia en el divorcio de sus padres y sobre sus terribles ganas de huir de todo, de llevarle la contraria a su madre y de refugiarse en casa de su padre. Jamás pude descifrar que lo que en realidad estaba atravesando Yoonie era una depresión, no un simple estado de rebeldía adolescente como el mío, y mucho menos pude descifrar que se había refugiado en un trastorno.

     Lo que más me dolió de aquella conversación en medio de una azotea y un domingo tempranero, fue que Namjoon estuvo ahí para él, que aunque fue el único al que le confesó todo en su momento por un descuido, había estado a su lado y lo había escuchado cada vez que se sintió solo, que lo había ayudado a dar sus primeros pasos para salir de aquel hoyo negro en que se había convertido su vida con la frente en alto. ¿Quién sabe? Quizá si yo hubiera unido las piezas de su rompecabezas en ese entonces junto a Namjoon, Yoongi sería aún más fuerte a la fecha y yo habría sido capaz de leer esas señales en Yunah desde la primera vez que la vi rechazar una invitación para comer. 

     Nunca lo sabría, si me obsesionaba con el pasado y me llenaba de culpas a propósito tampoco llegaría a ningún sitio. Era mejor dejar al pretérito descansar y al futuro abrirme los brazos de par en par.